domingo, 15 de abril de 2012

Capitulo 5

Las semanas pasaron volando, 9 para ser exacta, es decir, faltaban unas tres semanas para mi cumpleaños y el catillo estaba patas para arriba. Con todas las preparaciones era difícil escapar de aquella locura, pero me las había ingeniado durante ese tiempo para verme con Jeff. Ya no era solo Jef-ly el motivo de nuestras citas secretas como me gustaba pensar que eran, sonara romántico y todo eso, pero se limitaban a excursiones, paseos a caballo, escalar uno que otro risco en Ivenes, y luego un aperitivo, para regresar cada uno por su lado, el único beneficiado de eso era el cachorro. Según Jeff en su casa lo malcriaban y estaba muy activo, en el castillo pasaba mucho tiempo en los jardines con las niñas y debo decir que no había tenido problemas en escabullirlo a él, bueno no muchos. Incluso la nana había aprendido a quererlo, y yo… estaba queriendo cada vez más a Jeff.

En el tiempo que pasábamos juntos hablábamos de cualquier cosa que se nos ocurría, y aunque sentía que él siempre se reservaba algo, lo dejaba estar y continuábamos con lo que hacíamos. Había descubierto que su color favorito era el verde, en especial en mis ojos, lo cual me había hecho sonrojar hasta las orejas. Que su cumpleaños era el 5 de noviembre; que había usado aparatos dentales hasta los 16, y que odiaba los tomates. Cosas básicas que uno tiene que aprender, debo decir.

Cada uno coqueteaba con el otro de manera ocasional, pero en ningún momento él dio “el paso” me frustraba un poco que durante nuestro encuentro no hubiera otro contacto que no fuera nuestras manos para ayudar al otro a subir a alguna roca o un coche de codos accidental, ¡NADA! Y yo la verdad me moría por besarlo y no estaba segura si él sentía lo mismo que yo.

Estaba en el jardín sentada en las escaleras que daban hacia el invernadero, una habitación enorme acondicionada para mantener todo tipo de plantas, desde hermosos tulipanes, hasta pequeños naranjos chinos. Mis hermanas corrían detrás del cachorro, que ya no era tan cachorro. Jef-ly había crecido muchísimo en aquel tiempo, estaba más robusto y su pelaje estaba brillante.

Tenía en mis piernas un nuevo libro sobre los felinos salvajes, Jeff me lo dio en una de nuestras excursiones, había sido su manera de agradecerme por enseñarlo a nadar, y gracias al cielo estaba aprendiendo bien, desde aquel susto en el rio la ultima vez había sentido miedo por él, pero era perseverante, eso me encantaba de Jeff.

-¿Alguien sabe dónde está mi hermanita Lilly?- La voz de mi hermano Bastean me desconcentro del párrafo que estaba leyendo. Me voltee y lo vi salir a la terraza todo sonrisas. Mi hermano había cambia cambiado físicamente en estos cuatro que pasó lejos de casa. Ya no era el muchacho malcriado que había sido una vez, la mejor de las malas influencias, se había convertido en un hombre joven, alto, de hombros anchos, había estado ejercitándose, pero un rasgo que no había cambiado en absoluto era su cabello rubio como el trigo besado por los rayos del sol. Y su mirada felina y desafiante, resaltada por sus ojos verde esmeralda, los ojos McDragon.- Disculpe señorita- dijo mirándome de manera picara.- ¿Ah visto usted a mi pequeña hermana Lilly?- Yo me levante y deje a un lado mi libro.

-No, no la he visto, pero estoy yo en su lugar- él abrió los brazos y yo salir corriendo para estrellarme contra su fuerte pecho, sus brazos me rodearon y comenzó a darme vuelta mientras yo gritaba de emoción prendada en su cuello.- Te eh extrañado tanto.- le dije una vez mis pies tocaron el suelo.

-También yo, estás hermosa- las niñas dejaron de jugar con el perro para salir corriendo hacia Bastean. Él se agacho para recibir a las dos niñas que lo lanzaron al piso entre risas y besos.

-¡Titán estas aquí!- Grito Cecile.

-Me hacías falta hermano- dijo Monique sollozando en el hombro de mi hermano.

-No saben cuánto las extrañe- dijo él haciéndose el fuerte para no llorar en ese momento, podía ver sus ojo vidrioso y como intentaba no soltar las lagrimas, incluso yo intentaba hacerlo.

-¿No hay un poco de amor para mí?- dijo mi cuñada Mía recostada contra el marco de la puerta con los brazos cruzados. Incluso era había cambiado, mucho debo decir, llevaba el cabello suelto y lacio teñido de castaño oscuro, se había rendido desde hacía ya un tiempo con los tinte para el cabello. No había crecido nada, seguía siendo bajita, pero estaba más madura y se veía en sus rasgos. Yo corrí hacia ella y nos fundimos en un fuerte abrazo. Adoraba a mi cuñada, no solo porque era la esposa de mi hermano, sino porque era mi mejor amiga, la única que en realidad tenia, con quien podía hablar y contarle mis secretos, cosas de chicas que no podía hablar con Bastean o con Monique, era la más cercana a mi edad y había pasado por todas esas cosas que me estaban pasando.

-¡Hey!- protestó Bastean al levantarse del suelo y alzando a Ceci.- ¿Tengo que ponerme celoso?

-Eres mi hermano favorito- dije yo sin soltar a Mía- Pero ella es mi cuñada favorita.

-Y la única que tendrás- dijo Mía mirando ceñuda a mi hermano. Todos nos reímos al verle la cara a mi hermano.

-¿Dónde está Sarah?- preguntó Ceci a Bastean.

-Ya sabes cómo es papá, acapara a Sarah desde la entrada- como si lo hubiesen convocado mi padre entró con la pequeña Sarah, que tenía un vestidito blanco con rayas negras en la parte de abajo y unos zapatitos blancos. Su cabello era totalmente rubio peinado en dos coletas y sus ojos de un marrón chocolate como los de su madre estaban abiertos, observándolo todo. La pequeña llevaba un osito rosa que no soltaba por nada del mundo, miraba a todos los que estábamos en el patio desde el hueco del cuello de mi padre, tenía la cabecita rubia recostada en su hombro.

-Hola preciosa- dije extendiendo mis brazos hacia ella, en seguida sonrió y me ofreció sus brazos. Adoraba a mi sobrina. Ella fue toda una sorpresa para mi familia, bueno, nos esperábamos algo así, en especial yo, aun tenia pesadillas del día en que descubrí a mi hermano y mi cuñada con las manos en la masa, o mejor dicho las manos en la carne, ¡Wuacala!, esa imagen quedo gravada a fuego en mi memoria. Pero las cosas para ellos habían ido bien, ambos tenían una hermosa casa, trabajo, y el uno al otro, y sobre todo amor. De cierto modo envidiaba un poco a mi hermano, por encontrar a la persona indicada, a veces me preguntaba ¿Cómo se sentirá eso? ¿Cómo sabes que es la persona con la que compartirás tu vida, tus secretos, tus debilidades, tus fortalezas y tus esperanzas? ¿Cómo sabrás que es verdadero y no un espejismo del corazón? ¿Cómo sabrás identificarlo entre un millón de personas? ¿Cómo lucirá? ¿Cómo sabrás donde encontrarla?

Tal vez no hay una respuesta acertada para esas preguntas, tal vez es cuestión de esperar, esperar, y esperar. ¿Pero cuanto debemos esperar? Todos nos merecemos un felices para siempre, eso decía Mía, pero… sacudí esas ideas de mi cabeza, últimamente había estado dándoles vueltas al asunto, cada vez con más frecuencia. Estaba este asunto de casarme con un extraño, solo para obtener mi tan ansiada libertad, para poder estudiar lo que realmente quería, pero estar destinada a hacerlo sin amor. Y por otro lado estaba Jeff, me gustaba, era lindo y me encantaba estar con él, porque podía ser yo misma, ser Lilly, y no la princesa Lilliam. Porque no había títulos que nos separasen, solo dos chicos que se gustan pasándola bien, divirtiéndose, sin preocupaciones, solo los dos. Pero por mucho, mi deber se anteponía a las cosas que en realidad quería, sonará estúpido y masoquista, pero si hubiese manera de obtener esas dos cosas que en realidad quería al mismo tiempo, las tomaría sin pensarlo dos veces, sin embargo la realidad sigue siendo otra, yo, era prisionera del deber, el honor, la tradición, Jeff, era inalcanzable, y estaba mi padre, mi compromiso con él, aunque de alguna manera me sentía como si estuviese siendo vendida al mejor postor. Pensaba en aquellos momentos de reflexión, que por lo largo de los siglos esto se había repetido millones de veces, millones de chicas que no habían tenido otra opción sino ser buenas y obedecer, por lo menos yo tenía en mis manos la decisión, me gustaba pensar que mi padre solo me estaba asustando con esa idea de casarme, él me amaba y nunca me haría daño, pero también era cierto que le convenía los negocios que haría, era su manera de tener el control sobre todos, era su estrategia, formar alianzas, tener el poder, y no dejar que nadie se le adelante en sus planes, algo así como en un juego de ajedrez, siempre el movimiento del otro afecta tu juego, pero tú puedes hacer que eso cambie, por supuesto si no estás en jaque, como lo estaba yo. Afortunadamente mi hermano había logrado escapar de todo aquello, y al hacerlo liberó a Mía, que a su manera también había sido víctima de los errores de otros.

Y allí estábamos, aparentando gran felicidad cuando por dentro mi padre y yo escondíamos esa angustia, él por su reino, su familia, y yo por mi futuro.



Cancha del club de tenis de la universidad de Mefer King

-¿Otro juego Jhon?- Dijo la muchacha con la que había estado jugando tenis la última media hora. La universidad tenía un gran programa deportivo. Me gustaba practicar un rato. Pero la chica ya me estaba alterando los nervios.

-De nuevo Cinthya, dime Jeff todo el mundo lo hace- dije tomando una toalla de la barandilla de las gradas y secándome el sudor de la frente. Hacia una tarde mortalmente calurosa, como me hubiese gustado estar en el rio, dándome un chapuzón frio, pero Lilly no se podía librar esa tarde porque su hermano estaba de visita en el castillo. Al principio quede muy decepcionado, de verdad quería verla, pero era mejor así. Aquella misma mañana había recibido la invitación para el gran baile en honor al cumpleaños número 18 de la princesa. Algo dentro de mí se removió, incluso sentí nauseas. Me sentía una basura por estar engañándola, como si usurpar el lugar de un difunto no fuera ya suficiente engaño.

-Yo no soy todo el mundo- dijo Cinthya ahora a mi lado. La rubia con raíces pelirrojas y cara pecosa estaba coqueteando conmigo, otra vez. A pesar de haberle dicho un millón de veces que salía con alguien ella seguía asechándome, incluso afirmaba que no era cierto, en realidad era una mentira, no salía con nadie, y mucho menos con Lilly, aunque me encantase la idea. La muchacha delgada y con enorme atributos se inclinó dejando al descubierto una buena porción de sus muslos pálidos. Emitió una risita picara al darse cuenta que la había mirado ¿Quién no lo hubiese hecho cuando llevaba esa minúscula falda?

-Eh… Tengo que irme- di media vuelta y busque mi bolso, ya había cruzado un buen tramo de la cancha cuando escuche sus pasos detrás de mí.

-Tal vez podamos salir alguna vez- insistió ella. Yo di media vuelta y la encare, de nuevo.

-Cinthya, te he dicho que salgo con alguien…

-No creerás que me sigo comiendo ese cuento- dijo desafiante cruzándose de brazos haciendo resaltar sus pechos.

-¿Por qué no? ¿Es difícil de creer?- Ja! Eso me daba risa.

-No es eso, es que nadie te ha visto salir con ninguna chica, es decir, o es mentira, o es un chico, y mi intuición me dice que es una mentira.

-Te falla la intuición preciosa- dije de manera sarcástica girando la raqueta.

-Se llama intuición femenina, y nunca me ah fallado- dio un paso hacia mí.

-Resulta que saldré con ella mañana, de todas manera no tengo que explicarte nada- di media vuelta y salí casi corriendo de allí.

Tendría que convencer a Lilly que saliera conmigo, aunque fuera con sus quinientos mil guardias. ¡Bien hecho Jeff, por bocón!

Cuando llegue al estacionamiento fui directo hasta de auto, un volvo negro, abrí la puerta del piloto y lance mi bolso hacia el asiento del copiloto con frustración. ¿Cómo lograría que Lilly saliera conmigo si muy claro me había dicho que no podía? Y todo por demostrarle algo a esa muchacha. Rebusque dentro del bolso hasta dar con mi celular, no había mensajes ni llamadas perdidas, ¿pero que esperaba?

Busque su número en la agenda telefónica y la llame, total no perdía nada con llamarla. Después del segundo timbre contesto.

-Hey Jeff- una parte de mí se estremeció al oír su voz, siempre me pasaba cuando hablaba con ella, como si mi cuerpo estuviese predispuesto a sentir aquellos hormigueos en las manos y las mariposas en el estomago ante la sola idea de hablar con ella.

-Hola Lilly, mira, sé que me dijiste no podías salir en estos días porque tu hermano estaba de visita, y todo eso de tu fiesta, sé que no lo has visto en mucho tiempo, pero me estaba preguntando si es posible que salgamos esta noche, al cine o a comer, a donde quieras, yo invito- estaba hablando tan apresurado que hasta yo mismo me sorprendía, pero la idea era no darle prorroga y convencerla- ¿Qué dices?

-¿Cómo una cita o algo así?- ¿Lo era? ¿O solo era para demostrarles a todos que en realidad salía con alguien, y que ese alguien no era ni más ni menos que la princesa Lilliam? La idea de tener una cita con ella no sonaba mal, pero mal se pondría cuando llegara el momento de revelarle la verdad de mi origen, de que supiera que yo no tenía sangre noble, y que mi familia no era más importante que el carnicero del pueblo, seria humillante para mí esa situación, aunque no me avergonzaba en ningún momento de ser quien era, pero en el mundo y por más desconcierto que me cause, se rige precisamente de lo que piensen los demás de ti, era estúpido, pero cierto.

-Mmm… sí, una… cita- por un momento se escuchó un leve silencio, me puse muy nervioso.

-Sí, sería divertido. ¿Pasaras por mí o nos encontraremos en algún lugar?- ¡No había pensado en eso!, no podía aparecerme en el castillo ni mucho menos, tendría que revelar quién era en realidad, y de eso nada, no estaba listo.

-Encontrémonos en la plaza del pueblo, a las 7 en punto ¿está bien?

-Claro, no vemos entonces- luego escuche el tono de terminada la llamada, y lo juro por el cielo que volví a respirar.