sábado, 21 de julio de 2012

Premio Amistad



Tan Bella mi Nat *-* Graciias x estooooo!!!!! Te adoro!! 
Las reglas:
1.Responder a las preguntas de quien te nomina
2.Hacer tus 11 preguntas
3.Nominar a 11 personitas.

Nats preguntas:
1. Que te gustaría estudiar cuando seas mayor?

Ser una escritora famosa y quizás llevar mi trabajo a una película y tal *-* seria lo maximo... ahora en verdad... Quiero terminar de carrera de Psicóloga y ser feliz para siempre *.* 

2.Tipo de música favorito.

Que me pongan... pop en su mayoria

3.¿Te gusta leer?

HISTORICAS!!!!!! amo ese genero, todo lo que sea lecturas historicas buenas las voy a leer *.*

4.Hombre perfecto:

Bastean McDragon es mi hombre perfecto así de simple (Ok Bastean es un personaje de una de mis novelas)

5.Lugar al que te gustaría viajar en el mundo':

Londres *.* sueño ir :)

6.Tacones o tennis:

Va!! convers con eso :D

7.¿Cuántos años tienes?

18 en víspera de 19 xD

8.Película favorita de Disney:

Waaa!!! me mataste: Hercules, Mullan I y II, el Rey León II, La cenicienta I y II, La Bella y la Bestia los clasicos los amo

9.Te relacionas bien con tus padres

Nahh!!... con Mami y de vainita xD

10 & 11. Describete:

JODEDORA!!, Divertida, mmmm... Soñadora en extremo...mmmmm... original... no se xD


Mis preguntas:
-¿Con que objeto simplemente no podrias vivir?
-Que te inspira?
-Un deseo
-Una frase que te represente
-Autora favorita
-Pelicula que podrias ver mil veces sin aburrirte
-Algo que te desespere
-Playa o Montaña
-Algo que necesitas tener
-Fondo de pantalla de Pc 


NOMINADOS: 
 http://badaaabiinggbaadaaabuum.blogspot.com


http://playwithoutrules.blogspot.com/


http://prohibido-enamorarse1.blogspot.com/


Poquitos nominados xq no me la paso x aqui y no domino esto... para eso tengo a Nats *-*



domingo, 15 de abril de 2012

Capitulo 5

Las semanas pasaron volando, 9 para ser exacta, es decir, faltaban unas tres semanas para mi cumpleaños y el catillo estaba patas para arriba. Con todas las preparaciones era difícil escapar de aquella locura, pero me las había ingeniado durante ese tiempo para verme con Jeff. Ya no era solo Jef-ly el motivo de nuestras citas secretas como me gustaba pensar que eran, sonara romántico y todo eso, pero se limitaban a excursiones, paseos a caballo, escalar uno que otro risco en Ivenes, y luego un aperitivo, para regresar cada uno por su lado, el único beneficiado de eso era el cachorro. Según Jeff en su casa lo malcriaban y estaba muy activo, en el castillo pasaba mucho tiempo en los jardines con las niñas y debo decir que no había tenido problemas en escabullirlo a él, bueno no muchos. Incluso la nana había aprendido a quererlo, y yo… estaba queriendo cada vez más a Jeff.

En el tiempo que pasábamos juntos hablábamos de cualquier cosa que se nos ocurría, y aunque sentía que él siempre se reservaba algo, lo dejaba estar y continuábamos con lo que hacíamos. Había descubierto que su color favorito era el verde, en especial en mis ojos, lo cual me había hecho sonrojar hasta las orejas. Que su cumpleaños era el 5 de noviembre; que había usado aparatos dentales hasta los 16, y que odiaba los tomates. Cosas básicas que uno tiene que aprender, debo decir.

Cada uno coqueteaba con el otro de manera ocasional, pero en ningún momento él dio “el paso” me frustraba un poco que durante nuestro encuentro no hubiera otro contacto que no fuera nuestras manos para ayudar al otro a subir a alguna roca o un coche de codos accidental, ¡NADA! Y yo la verdad me moría por besarlo y no estaba segura si él sentía lo mismo que yo.

Estaba en el jardín sentada en las escaleras que daban hacia el invernadero, una habitación enorme acondicionada para mantener todo tipo de plantas, desde hermosos tulipanes, hasta pequeños naranjos chinos. Mis hermanas corrían detrás del cachorro, que ya no era tan cachorro. Jef-ly había crecido muchísimo en aquel tiempo, estaba más robusto y su pelaje estaba brillante.

Tenía en mis piernas un nuevo libro sobre los felinos salvajes, Jeff me lo dio en una de nuestras excursiones, había sido su manera de agradecerme por enseñarlo a nadar, y gracias al cielo estaba aprendiendo bien, desde aquel susto en el rio la ultima vez había sentido miedo por él, pero era perseverante, eso me encantaba de Jeff.

-¿Alguien sabe dónde está mi hermanita Lilly?- La voz de mi hermano Bastean me desconcentro del párrafo que estaba leyendo. Me voltee y lo vi salir a la terraza todo sonrisas. Mi hermano había cambia cambiado físicamente en estos cuatro que pasó lejos de casa. Ya no era el muchacho malcriado que había sido una vez, la mejor de las malas influencias, se había convertido en un hombre joven, alto, de hombros anchos, había estado ejercitándose, pero un rasgo que no había cambiado en absoluto era su cabello rubio como el trigo besado por los rayos del sol. Y su mirada felina y desafiante, resaltada por sus ojos verde esmeralda, los ojos McDragon.- Disculpe señorita- dijo mirándome de manera picara.- ¿Ah visto usted a mi pequeña hermana Lilly?- Yo me levante y deje a un lado mi libro.

-No, no la he visto, pero estoy yo en su lugar- él abrió los brazos y yo salir corriendo para estrellarme contra su fuerte pecho, sus brazos me rodearon y comenzó a darme vuelta mientras yo gritaba de emoción prendada en su cuello.- Te eh extrañado tanto.- le dije una vez mis pies tocaron el suelo.

-También yo, estás hermosa- las niñas dejaron de jugar con el perro para salir corriendo hacia Bastean. Él se agacho para recibir a las dos niñas que lo lanzaron al piso entre risas y besos.

-¡Titán estas aquí!- Grito Cecile.

-Me hacías falta hermano- dijo Monique sollozando en el hombro de mi hermano.

-No saben cuánto las extrañe- dijo él haciéndose el fuerte para no llorar en ese momento, podía ver sus ojo vidrioso y como intentaba no soltar las lagrimas, incluso yo intentaba hacerlo.

-¿No hay un poco de amor para mí?- dijo mi cuñada Mía recostada contra el marco de la puerta con los brazos cruzados. Incluso era había cambiado, mucho debo decir, llevaba el cabello suelto y lacio teñido de castaño oscuro, se había rendido desde hacía ya un tiempo con los tinte para el cabello. No había crecido nada, seguía siendo bajita, pero estaba más madura y se veía en sus rasgos. Yo corrí hacia ella y nos fundimos en un fuerte abrazo. Adoraba a mi cuñada, no solo porque era la esposa de mi hermano, sino porque era mi mejor amiga, la única que en realidad tenia, con quien podía hablar y contarle mis secretos, cosas de chicas que no podía hablar con Bastean o con Monique, era la más cercana a mi edad y había pasado por todas esas cosas que me estaban pasando.

-¡Hey!- protestó Bastean al levantarse del suelo y alzando a Ceci.- ¿Tengo que ponerme celoso?

-Eres mi hermano favorito- dije yo sin soltar a Mía- Pero ella es mi cuñada favorita.

-Y la única que tendrás- dijo Mía mirando ceñuda a mi hermano. Todos nos reímos al verle la cara a mi hermano.

-¿Dónde está Sarah?- preguntó Ceci a Bastean.

-Ya sabes cómo es papá, acapara a Sarah desde la entrada- como si lo hubiesen convocado mi padre entró con la pequeña Sarah, que tenía un vestidito blanco con rayas negras en la parte de abajo y unos zapatitos blancos. Su cabello era totalmente rubio peinado en dos coletas y sus ojos de un marrón chocolate como los de su madre estaban abiertos, observándolo todo. La pequeña llevaba un osito rosa que no soltaba por nada del mundo, miraba a todos los que estábamos en el patio desde el hueco del cuello de mi padre, tenía la cabecita rubia recostada en su hombro.

-Hola preciosa- dije extendiendo mis brazos hacia ella, en seguida sonrió y me ofreció sus brazos. Adoraba a mi sobrina. Ella fue toda una sorpresa para mi familia, bueno, nos esperábamos algo así, en especial yo, aun tenia pesadillas del día en que descubrí a mi hermano y mi cuñada con las manos en la masa, o mejor dicho las manos en la carne, ¡Wuacala!, esa imagen quedo gravada a fuego en mi memoria. Pero las cosas para ellos habían ido bien, ambos tenían una hermosa casa, trabajo, y el uno al otro, y sobre todo amor. De cierto modo envidiaba un poco a mi hermano, por encontrar a la persona indicada, a veces me preguntaba ¿Cómo se sentirá eso? ¿Cómo sabes que es la persona con la que compartirás tu vida, tus secretos, tus debilidades, tus fortalezas y tus esperanzas? ¿Cómo sabrás que es verdadero y no un espejismo del corazón? ¿Cómo sabrás identificarlo entre un millón de personas? ¿Cómo lucirá? ¿Cómo sabrás donde encontrarla?

Tal vez no hay una respuesta acertada para esas preguntas, tal vez es cuestión de esperar, esperar, y esperar. ¿Pero cuanto debemos esperar? Todos nos merecemos un felices para siempre, eso decía Mía, pero… sacudí esas ideas de mi cabeza, últimamente había estado dándoles vueltas al asunto, cada vez con más frecuencia. Estaba este asunto de casarme con un extraño, solo para obtener mi tan ansiada libertad, para poder estudiar lo que realmente quería, pero estar destinada a hacerlo sin amor. Y por otro lado estaba Jeff, me gustaba, era lindo y me encantaba estar con él, porque podía ser yo misma, ser Lilly, y no la princesa Lilliam. Porque no había títulos que nos separasen, solo dos chicos que se gustan pasándola bien, divirtiéndose, sin preocupaciones, solo los dos. Pero por mucho, mi deber se anteponía a las cosas que en realidad quería, sonará estúpido y masoquista, pero si hubiese manera de obtener esas dos cosas que en realidad quería al mismo tiempo, las tomaría sin pensarlo dos veces, sin embargo la realidad sigue siendo otra, yo, era prisionera del deber, el honor, la tradición, Jeff, era inalcanzable, y estaba mi padre, mi compromiso con él, aunque de alguna manera me sentía como si estuviese siendo vendida al mejor postor. Pensaba en aquellos momentos de reflexión, que por lo largo de los siglos esto se había repetido millones de veces, millones de chicas que no habían tenido otra opción sino ser buenas y obedecer, por lo menos yo tenía en mis manos la decisión, me gustaba pensar que mi padre solo me estaba asustando con esa idea de casarme, él me amaba y nunca me haría daño, pero también era cierto que le convenía los negocios que haría, era su manera de tener el control sobre todos, era su estrategia, formar alianzas, tener el poder, y no dejar que nadie se le adelante en sus planes, algo así como en un juego de ajedrez, siempre el movimiento del otro afecta tu juego, pero tú puedes hacer que eso cambie, por supuesto si no estás en jaque, como lo estaba yo. Afortunadamente mi hermano había logrado escapar de todo aquello, y al hacerlo liberó a Mía, que a su manera también había sido víctima de los errores de otros.

Y allí estábamos, aparentando gran felicidad cuando por dentro mi padre y yo escondíamos esa angustia, él por su reino, su familia, y yo por mi futuro.



Cancha del club de tenis de la universidad de Mefer King

-¿Otro juego Jhon?- Dijo la muchacha con la que había estado jugando tenis la última media hora. La universidad tenía un gran programa deportivo. Me gustaba practicar un rato. Pero la chica ya me estaba alterando los nervios.

-De nuevo Cinthya, dime Jeff todo el mundo lo hace- dije tomando una toalla de la barandilla de las gradas y secándome el sudor de la frente. Hacia una tarde mortalmente calurosa, como me hubiese gustado estar en el rio, dándome un chapuzón frio, pero Lilly no se podía librar esa tarde porque su hermano estaba de visita en el castillo. Al principio quede muy decepcionado, de verdad quería verla, pero era mejor así. Aquella misma mañana había recibido la invitación para el gran baile en honor al cumpleaños número 18 de la princesa. Algo dentro de mí se removió, incluso sentí nauseas. Me sentía una basura por estar engañándola, como si usurpar el lugar de un difunto no fuera ya suficiente engaño.

-Yo no soy todo el mundo- dijo Cinthya ahora a mi lado. La rubia con raíces pelirrojas y cara pecosa estaba coqueteando conmigo, otra vez. A pesar de haberle dicho un millón de veces que salía con alguien ella seguía asechándome, incluso afirmaba que no era cierto, en realidad era una mentira, no salía con nadie, y mucho menos con Lilly, aunque me encantase la idea. La muchacha delgada y con enorme atributos se inclinó dejando al descubierto una buena porción de sus muslos pálidos. Emitió una risita picara al darse cuenta que la había mirado ¿Quién no lo hubiese hecho cuando llevaba esa minúscula falda?

-Eh… Tengo que irme- di media vuelta y busque mi bolso, ya había cruzado un buen tramo de la cancha cuando escuche sus pasos detrás de mí.

-Tal vez podamos salir alguna vez- insistió ella. Yo di media vuelta y la encare, de nuevo.

-Cinthya, te he dicho que salgo con alguien…

-No creerás que me sigo comiendo ese cuento- dijo desafiante cruzándose de brazos haciendo resaltar sus pechos.

-¿Por qué no? ¿Es difícil de creer?- Ja! Eso me daba risa.

-No es eso, es que nadie te ha visto salir con ninguna chica, es decir, o es mentira, o es un chico, y mi intuición me dice que es una mentira.

-Te falla la intuición preciosa- dije de manera sarcástica girando la raqueta.

-Se llama intuición femenina, y nunca me ah fallado- dio un paso hacia mí.

-Resulta que saldré con ella mañana, de todas manera no tengo que explicarte nada- di media vuelta y salí casi corriendo de allí.

Tendría que convencer a Lilly que saliera conmigo, aunque fuera con sus quinientos mil guardias. ¡Bien hecho Jeff, por bocón!

Cuando llegue al estacionamiento fui directo hasta de auto, un volvo negro, abrí la puerta del piloto y lance mi bolso hacia el asiento del copiloto con frustración. ¿Cómo lograría que Lilly saliera conmigo si muy claro me había dicho que no podía? Y todo por demostrarle algo a esa muchacha. Rebusque dentro del bolso hasta dar con mi celular, no había mensajes ni llamadas perdidas, ¿pero que esperaba?

Busque su número en la agenda telefónica y la llame, total no perdía nada con llamarla. Después del segundo timbre contesto.

-Hey Jeff- una parte de mí se estremeció al oír su voz, siempre me pasaba cuando hablaba con ella, como si mi cuerpo estuviese predispuesto a sentir aquellos hormigueos en las manos y las mariposas en el estomago ante la sola idea de hablar con ella.

-Hola Lilly, mira, sé que me dijiste no podías salir en estos días porque tu hermano estaba de visita, y todo eso de tu fiesta, sé que no lo has visto en mucho tiempo, pero me estaba preguntando si es posible que salgamos esta noche, al cine o a comer, a donde quieras, yo invito- estaba hablando tan apresurado que hasta yo mismo me sorprendía, pero la idea era no darle prorroga y convencerla- ¿Qué dices?

-¿Cómo una cita o algo así?- ¿Lo era? ¿O solo era para demostrarles a todos que en realidad salía con alguien, y que ese alguien no era ni más ni menos que la princesa Lilliam? La idea de tener una cita con ella no sonaba mal, pero mal se pondría cuando llegara el momento de revelarle la verdad de mi origen, de que supiera que yo no tenía sangre noble, y que mi familia no era más importante que el carnicero del pueblo, seria humillante para mí esa situación, aunque no me avergonzaba en ningún momento de ser quien era, pero en el mundo y por más desconcierto que me cause, se rige precisamente de lo que piensen los demás de ti, era estúpido, pero cierto.

-Mmm… sí, una… cita- por un momento se escuchó un leve silencio, me puse muy nervioso.

-Sí, sería divertido. ¿Pasaras por mí o nos encontraremos en algún lugar?- ¡No había pensado en eso!, no podía aparecerme en el castillo ni mucho menos, tendría que revelar quién era en realidad, y de eso nada, no estaba listo.

-Encontrémonos en la plaza del pueblo, a las 7 en punto ¿está bien?

-Claro, no vemos entonces- luego escuche el tono de terminada la llamada, y lo juro por el cielo que volví a respirar.

viernes, 13 de enero de 2012

Capitulo 4

Debían ser las dos de la tarde o algo así, después de almorzar no había si quiera revisado el reloj en cuanto Jeff me envió un texto diciéndome que estaba en camino. Por suerte mi ansiedad era tal que me había dejado todo preparado por si algo como así sucedía. Me puse un lindo vestido de algodón color crema, ideal para un paseo al aire fresco, unas zapatillas color caramelo. En seguida, bajé y ya tenían a Lucifer ensillado como había pedido, y nos adentramos al bosque en una rápida carrera, estaba ansiosa por llegar.

Había empacado en una mochila algo para comer, sándwiches, jugo de naranja, algunas frutas, una manta, una toalla, protector solar… ¿Por qué? Porque debajo de mi lindo vestido llevaba uno de mis trajes de baño color marrón y vino tinto, amaba bañarme en el rio, y si en eso tenía la oportunidad de mostrar mis atributos, ¡BIENVENIDO!

Pronto llegue a uno de los muchos claros que había en el bosque, el aire era un poco cargado, hacía calor y el sol besaba mi rostro con fuertes rayos. No me había molestado en maquillarme mucho, total, iba a mojarme de todas manera, y daría el efecto contrario al que quería causar. Y seguía sin entender ¡PORQUE QUERIA IMPRESIONAR A JEFF!. El chico era de lo más normalito, incluso conocía chicos más guapos que él. Pero era su intensa mirada, ese color de sus ojos tan hermoso, su sonrisa divina… ¡Rayos! De verdad me había deslumbrado ese sujeto.

Llegué hasta el árbol donde había estado descansando la última vez antes de conocer a Jeff. El agua estaba tranquila, en realidad todo estaba sumamente tranquilo. Escuchaba el trinar de las aves, el viento, el sonido de los arboles, era divino. Até como siempre a Lucifer en un árbol y lo dejé pastar tanto como lo permitían las cuerdas. No había rastro de Jeff por ningún lado, no importaba mucho, me dije, así tendría un poco de tiempo para extender la sabana que había traído conmigo. Cuando terminé de hacerlo de senté y comencé a mirar el agua, los pececitos que pasaban, era cristalino y podía ver todo. En mis más locas fantasías quería venir a este lugar una noche de luna llena. Sería fantástico. Pero el bosque daba la impresión de haber sido engullido por un loco. Era obscuro, tenebroso, pero en su interior se escondía magia, o eso me gustaba creer.

Escuché un trote acompasado a lo lejos, me tensé un poco, pero debía mantenerme relajada, o eso me repetí una y otra vez, no quería que el notara mi nerviosismo. El sonido se hizo más fuerte hasta que no aguanté más y me asomé. Había tenido la espalda recostada al enorme árbol, lo que me permitió echar un vistazo, sin que me descubrieran.

Ahí estaba él, todo alto, fuerte, con una camisa con mangas ¾ color gris claro, tenía una V pronunciada por lo que llevaba también una camiseta celeste debajo, un par de jean de un color obscuro, negro o azules tal vez, azules decidí por último, y tenía su cabello desordenado. Me fijé después que su caballo era bastante simpático, color marrón con la crin negra, era grande, pero no tanto como Lucifer. Jeff se bajo del caballo y desató la sesta que llevaba detrás de la silla de montar, no la había notado sino hasta que ya la traía consigo, tal vez porque no había apartado los ojos de él o porque su espalda tan bien formada y musculosa no me había dejado verla.

-¡Hey!- saludé. Él miro a Lucifer, y había mirado en otra dirección buscándome, pero como estaba casi oculta era imposible que se diera cuenta donde estaba.

-Hola- saludó el con una sonrisa. Gracias al cielo yo estaba sentada, porque de haber estado de pie las rodillas no hubiesen resistido mucho y habría caído de bruces al suelo humillantemente. Jeff dejó la sesta sobre la manta. Desde el interior salió disparado el pequeño Jef-ly que se me había lanzado encima e intentaba lamer mi rostro. Yo reír como loca mientras intentaba tranquilizarlo. Acaricié su cabeza y le rasque la panza, hasta que perdió interés por mí y se puso a explorar.

-Debo admitir que pensé que estabas exagerando cuando me dijiste que parecía un demonio de Tasmania- comencé a reírme al ver como el cachorro metía el hocico en el agua y luego sacudía la cabeza porque le había entrado agua en las fosas nasales.

-Para nada- dijo él con esa voz profunda como terciopelo- no he podido dormir en el tiempo que ah estado conmigo, hice lo que me dijiste y destrozó dos pares, ahora debo tener mis cajones bajo llave- ante eso comencé a reírme, me dolía el estomago de tanto reír, por ver su intento de cara de molestia, pero estaba tan divertido que el también comenzó a reírse. Una gotita de sudor de deslizó por mi espalda arrancándome un escalofrió.

-Está haciendo mucho calor- dije tratando de sonar lo más relajada posible, aunque por dentro estaba muy tensa.- ¿No quieres darte un baño?- sus mejillas se tornaron rojas, además de que ya lo estaban por la carrera y el calor, su rubor era notable, ¡Qué lindo! Pensé, no había nada mejor que hacer avergonzar a un chico hasta hacerlo sonrojar.

-No traje ropa, ni toalla, ni nada…

-¡Vamos! Pareces estarte asando con toda esa ropa, si tú no quieres hacerlo, yo sí lo haré.- me levanté, y al ser consciente de la mirada confundida de Jeff, busque la cinta que tenia ataba alrededor de la cintura, lo que mantenía el vestido ajustado, al ser un poco más suelto me lo saque por la cabeza y lo dejé sobre la mochila. Podía sentir que mi piel hormigueaba al sentir como Jeff me miraba. Aunque no era un bañado vulgar, dejaba poco a la imaginación, ¿Qué bañador no lo hace?, en fin, me quité las zapatilla y tomé impulso para lanzarme de cabeza al rio.

Debo decir que era una buena nadadora. Mi hermano me había llevado con él hasta un claro que escondía una hermosa cascada natural, llena de rocas enormes desde las que podías lanzarte. El agua estaba fresca y me rodeaba por completo. Cuando salí a la superficie a tomar aire dirigí la mirada hacia Jeff. Sus ojos estaban como platos.

-¡Ven Jeff!- le grité.- me fui hasta la orilla, pues en mi clavado había llegado lejos, aunque no era muy ancho tenía sus buenos 5 metros. El cachorro estaba agitado- Hasta Jef-ly quiere entrar. Jeff no se había movido ni un centímetro, estaba petrificado o algo así. Tomé al cachorro y lo sumergí conmigo. Se desesperó un poco, pero luego pareció agarrarle el ritmo y lo intentó él solito. Cuando me di la vuelta Jeff se había acercado mucho. Su rostro estaba cerca del mío, haciendo que millones de mariposas se arremolinaran en mí estomago.

-No soy bueno nadando Lilly- confesó él.

-Inténtalo, aquí estaré para ayudarte- al principio pareció dudar, pero regreso hasta la manta y comenzó a quitarse la camisa. La garganta se me secó de pronto, el corazón se me puso como loco, incluso creo que perdí el color de la cara.

¡ERA MAS INCREIBLE SIN CAMISA! Su espalda era… ¡espectacular! Todo músculos, músculos, piel bronceada, algunas pequitas, y más músculos. Tenía hoyuelos en la parte baja de la espalda, su musculatura se contraía con cada movimiento que hacía, haciéndome alucinar, perder el conocimiento, delirar, como quieran llamarlo, la cuestión es que ese sujeto tendría que ser ilegal. Luego escuché como se bajaba la cremallera de los jean y no me quedo más opción que voltearme. Las mejillas me ardían, y había estado apretando al pobre de Jef-ly que estaba encantado con el agua. Donde estábamos el agua me llegaba hasta el cuello, aunque yo estaba flotando, pero más adelante había un desnivel que tendría dos metros de profundidad. Me di nuevamente la vuelta y Jeff se estaba quitando las gomas. Saqué al cachorro del agua y el comenzó a sacudirse el agua del pelaje y corrió nuevamente para seguir con su exploración, si no lo dejaba en tierra firme y fuera de mis brazos corría riesgo conmigo. Jeff me estaba mirando allí de pie, con el torso desnudo y unos pantalones cortos de rayas azul marino y verde. Yo bebí su imagen como si estuviese deshidratada. Su abdomen era… ¡wuao! Tenía cuadritos, y se notaba que hacia ejercicio, sus piernas parecían de futbolista, bueno no tanto, pero se veían bien, y estaban salpicadas con vello castaño muy claro y casi imperceptible, pero su pecho era una obra de arte. Fuerte, ancho, un lugar donde recostarse plácidamente, y ser encerrada por esos largos brazos. Él me observó y sonrió con picardía, ¡El muy perro estaba consciente que se veía realmente bien así como estaba. Por alguna razón había entrado en mi juego y ella yo la que había caído primero.

-¿No piensas entrar?- él se acercó con el andar grácil de un depredador. ¡Rayos! Me recordaba a mi hermano cuando rondaba a su esposa. Se sentó en la orilla con las piernas dentro del agua, que miraba con desconfianza. Yo me fui hasta su lado y le tendí la mano sin decir nada.

-¿Eres buena maestra?- preguntó mientras tomaba mi mano. Eran grandes en comparación a las mías, y cálidas, muy cálidas. Miré por un momento nuestras manos juntas y el contraste de su piel bronceada con la mía blanca y un poco sonrosada por el sol, o quizás por su ser cania, no tenía idea.

-Hasta ahora no he perdido a ninguno de mis alumnos- dije tratando de relajarlo un poco, y tratando de calmar a mi alocado corazón, que no dejaba de estremecerse al apreciar su cuerpo de Dios tan cerca.

-¿Has tenido entonces muchos alumnos?- encontré el deje de ironía en su voz. ¿Estaría celoso acaso? Quise averiguarlo…

-De hecho sí, unos cuantos, todos aprendieron muy rápido, en este mismo lugar por cierto- lo vi frunciendo el ceño y apartando la mirada de mí. ¡Ja! Lo había picado- Mis hermanas ahora son muy buenas nadadoras, y los hijos de Madeleine, la esposa de uno de nuestros guardias también son como peces en el agua- lo vi sonreír, pero seguía sin mirarme. Se había visto descubierto él mismo, vuelvo a decirlo, ¡Era tan lindo!- A mi sobrina la enseño mi hermano, pero sigue aprendiendo. Sí, creo que son todos. Sin contar a algunos de los chicos del pueblo que estaban por aquí en esos días en el que el calor es insoportable y los ayudaba a nadar un rato.

-Entonces si ellos pudieron, ¿Por qué no?- Jeff se metió y el agua tan solo le llegaba hasta el pecho, ¡Era increíblemente alto!- ¿Estamos en la parte más baja?- preguntó él un poco nervioso, pero en ningún momento me había soltado la mano.

-Sí- fui yo la que rompió el contacto y nadé hasta estar un poco más alejada-ven, hasta aquí el agua aun estará muy baja para ti. Él caminó y se detuvo al percatarte de un pequeño desnivel. Como sospeché el agua el llegaba por el cuello.

-Hasta aquí llego- fui hasta él y le tomé la mano para que continuara, no habíamos llegado ni a la mitad del rio que era lo máximo que guiaba a “mis estudiantes”

-Siento que me voy a un hundí, Lilly. – a pesar de su negativa el continuo y comenzó a dar saltitos para que el agua no le entrara en la nariz. Al verlo estable lo solté de una, y él comenzó a dar brazadas nervioso- ¡Lilly!- gritó él hasta que se hundió un poco. Era normal, por lo que divertida fui hasta él y lo impulsé hacia arriba.

Jeff respiraba con agitación y parpadeaba como loco para quitarse el agua de las pestañas. Por desgracia me había acercado tanto que él tiró de mí hasta apoyarse conmigo, pangándome a su cuerpo. Los dos nos miramos, con nuestras respiraciones agitadas, él por sus nervios y yo por su presencia. Sentía sus manos en mis costados, sobre mi piel. Yo tenía los brazos sobre la superficie del agua para no hundirme. Al verlo todo mojado, con el cabello oscurecido, se veía sumamente sexy, y la verdad los pensamientos que pasaron por mi cabeza no fueron muy inocentes.

-¿Estás bien?- dije con voz ronca. Por un momento pensé que esa no era yo.

-Ahora sí.- Me sonrió, su mirada se posó en mis labios y luego de nuevo a mis ojos- ¿Te han dicho que tienes los ojos más hermosos que hay en este mundo?

-Ahmm…no quiero sonar petulante, pero sí, algunas veces. Además todos mis hermanos tienen el mismo color de ojos que yo, pero gracias.- me separé un poco de él, pero aun tenía su cuerpo apoyado al mío. Cuando noté que sus pies tocaban suelo me alejé a regañadientes de él, necesitaba controlarme un momento.

-Creo que soy un mal alumno- dijo retomando el tema del nado, lo agradecí infinitamente.

-¿Por qué lo dices? – aunque no estábamos pegados como hacia un instante seguíamos lo bastante cerca como para apreciar que se le habían oscurecido los ojos y sus mejillas estaban muy coloradas. El sol brillaba en lo alto, pero los arboles más altos nos hacían sombra en la mayor parte de la zona.

-Porque casi me ahogo- rodo los ojos y frunció de nuevo el ceño, me gustaba más cuando sonreía.

-¿Es la primera vez que intentas aprender a nadar?

-No, y la única vez que lo hice fui hospitalizado.

-¡Jeff, tenias que decírmelo!- lo regañe.- es normal que sientas miedo, pero debiste decirme eso antes de si quiera meterte en el agua.- vi el arrepentimiento en sus ojos.

-Lo siento, es que no quería que pensaras que era un cobarde.- yo me acerque a él y le toque la mejilla. Lo sentí tensase y mirarme de nuevo directo a los ojos, le sonreí dulcemente para tranquilizarlo.

-No hubiera pensado eso, simplemente hubiésemos comenzado poco a poco- puso su mano sobre la mía y le dio un ligero apretón pero no la quitó. Yo deslice la mano por su mejilla, por su cuello, hasta sus hombros. Esa caricia me hizo tener una especie de carga eléctrica en mis manos, como si solo una leve caricia no fuera suficiente. Me acerque un poco y fui yo la que me apoye a él, haciéndome subir hasta quedar a la altura de sus ojos, algo que no lograría ni montada en mis plataformas Lucci, o en mis sandalias de aguja Prada. – Me caí del caballo unas cinco veces antes de aprender a montar- aunque en mi familia solo conocían dos de ellas. Sentí su mano sobre mis caderas, estaba sosteniéndome ahora, y debo decir que el contacto fue placentero, a decir verdad, me gustaba tenerlo cerca- sentía miedo- me concentre en retomar lo que le estaba contando- incluso quise desistir muchas veces, pero el miedo no me detuvo, ahora puedo decir que monto casi tan bien como cualquier jinete experimentado. Domé a Lucifer, quien ni siquiera quería dejarse ensillar por el encargado de los establos.

-Parece bastante testarudo- dijo él mirando a mi caballo que estaba tratando de alejarse de una enérgico Jef-ly.

-Lo es, pero simplemente necesitaba cariño, mucha atención, y disciplina, aunque prefiere que yo lo atienda, y debo decir que también prefiero hacerlo yo.

-Eres buena con los animales, y al parecer con los niños también.- el caballo de Jeff emitió un relincho y me distrajo levemente, me había quedado lela mirando a Jeff, sus hermosos ojos, y él pareció quedarse en trance conmigo.- Vamos- dijo alejándome de él pero tomándome de la mano.

Ambos salimos del rio, Saqué mi toalla, y una manta extra que traía, y se la tendí para que se secara. Yo me escurrí el cabello y tenía la mirada clavada en Jeff que tranquilizaba a su caballo. Lucifer estaba muy tranquilo, por lo que no me preocupaba de alguna irregularidad en el ambiente. Mi caballo era tremendamente perceptivo, y siempre estaba alerta, era esa parte salvaje suya, ese instinto de supervivencia constantemente activo que los sacaba de cualquier apuro. Jeff regresó hasta la manta.

-No entiendo que pudo alterar a Pegasus, ya él cachorro pareció que se le acabaron las baterías- era cierto, Jef-ly estaba tendido sobre la hierba y el sol con las patas en el aire, jadeando tranquilamente.

-Quizás un ratón de campo, hay muchos por aquí, y deben estar en plena época de apareamiento.- Jeff se echó a reír.

-Sí, tal vez, a él no le gusta que esas cosas se le metan entre las patas.

-Lucifer los asusta. Es un poco cruel mi pobre Lucifer.

-Con ese nombre y ese tamaño yo no lo llamaría pobre.- ambos nos reímos de eso.

-Mi caballo es un incomprendido- yo me incliné y busque mi vestido, lo pasé por mi cabeza y até la cinta en mi espalda. Como estaba de espaldas no me fije que Jeff no estaba hasta que eché un visitado para ver si seguía allí.

-¿Jeff? – pregunté. Escuche un “Shush” como cuando quitar una prenda mojada… Me sonrojé hasta las orejas, él se estaba quitando el pantaloncillo mojado, y obvio no lo iba a hacer delante de mí.

-¿Sí?- apareció del otro lado del árbol, con los jean puestos y abrochándoselo. Solo de pensar que debajo de eso no abría “nada” me hizo desviar la mirada para que él no sospechara de mi reacción.

-Nada- ¡NADA! ¡Dios! Estaba tan nerviosa. Me calce las zapatillas y recuperé la manta, ahora mojada, que Jeff me devolvió. ¡CON SOLO PENSAR QUE HABÍA SECADO SU CUERPO MUSCULOSO CON ELLA ME HACIA TENBLAR LAS RODILLAS!- ¿Tienes hambre?- pregunté para desviar mis pensamientos hacia algo tan trivial como la comida.

-Sí, mucha- rio él, le hizo cosquillas al cachorro que seguía echado, y este bostezó y regreso a donde estaba- Me alegro que puedas dormir pequeño bribón, porque yo no lo he hecho por tu culpa.- saqué dos sándwiches que Pietro había preparado con mantequilla de maní, saqué otros dos con jamón y lechuga, y otros dos con atún.

-No sabía de cual querrías así que traje dos de cada uno, son mis favoritos- él se sentó en la manta.

-Uno de cada uno- yo le tendí uno de cada uno y lo vi rebuscar en su sesta- mi mamá hizo unas galletas de limón, son increíbles. Le pedí que hiciera muchas- él sacó una taza de plástico y me la tendió. Serví un vaso el jugo y se lo tendí- Muchas gracias.

-¿Le… dijiste a tu mamá que estarías conmigo?- me tensé un poco ¿Qué le habría dicho? ¿Qué pensaría ella? Ni siquiera conocía nada de su familia, nada de él, y parecíamos estar tan conectados.

-Sí, ¿Te molesta?

-No, para nada, es solo que…

-Te preocupa lo que le haya dicho de ti- no era una pregunta. Yo asentí avergonzada al verme descubierta.- Le dije que preparara muchas de sus deliciosas galletas porque haría algo así como un picnic con mi amiga la princesa Lilly. Al principio pensó que era una broma, pero después me creyó. Somos muy unidos, y le cuento todo.

-¿Y tu padre? ¿Tienes hermanos?... – Lo sentí titubear un poco. Lo sentí incomodo- Lo siento, es que… no conozco nada de ti, y… parece que todo el mundo conoce la historia de mi familia, no soy ninguna novedad.

-No te disculpes Lilly, mm… mi familia no es… tan especial… mi padre es un hombre muy trabajador, al igual que mi madre, pero ella prefiera estar en casa. Tengo dos hermanos menores.

-¿Dónde vives? Porque en Devonshire no, eso lo sé porque conozco a todos los habitantes del pueblo.

-Eso es genial, soy de Mefer King.

-Mis hermanas estudian allí, esta mañana pasé por la ciudad, me gusta, pero prefiero esto- dije mientras me tendía sobre la manta y cerraba los ojos. Era consciente de la presencia de Jeff allí junto a mí. Podía oler ese exquisito perfume que llevaba ahora tenuemente diluido con el agua del rio. La frisa era fresca y me levantaba el vestido por lo que era una mejor idea que me levantase yo. Así lo hice y observé a Jeff muy tranquilo comiendo su último sándwich. - ¿Tu estudias? – El me miró saliendo de su ensoñación.

-Ah…sí. Estudio Administración.

-Eso es genial- dije. ¿Yo + Negocios? ¡JAMÁS!

-Creo que tú no estudias, o ¿sí?- él estaba guardando todo en mi bolso y en su cesta para tenderse como lo había estado yo antes. Con un suspiro lo imite.

-No...Y me gustaría mucho- dije con un poco de tristeza. Nuestros cuerpos estaban en paralelo, uno al lado del otro, sin tocarnos, Jeff volteo a mirarme y yo a él, pero alguna razón me vino a la cabeza la escena del prado en la película de Twilight, la única diferencia era que Jeff no era un vampiro, y yo no era patosa, y sin duda mi sentido de la moda era mejor. Él frunció el ceño por un momento, pero ahora no me miraba, sino perdido en sus pensamientos.

-Creo que deberíamos irnos- un poco decepcionada me levanté y él hizo lo mismo. Cuando hubimos terminado de recoger las cosas nos miramos por un instante. ¿Y ahora qué? Me pregunté.

-Sí, ya es tarde…ahmmm…- voltee y busque al revoltoso Jef-ly que estaba peleando con la raíz de un viejo árbol.- ¡Ven pequeño!- lo llamé. Él dejo lo que estaba haciendo y llego corriendo hasta los pies de Jeff y este lo sostuvo.

-Admito que voy a extrañarte, pero al fin podre dormir.- Jeff me tendió al cachorro y yo lo metí dentro de la canasta que Jeff había llevado y la ajusté detrás de mi silla de montar. El pequeño asomó la cabeza pero se quedó quietecito jadeando. Yo me voltee y vi a Jeff apoyado contra el árbol mirándome. Yo era quien lo iba a extrañar, pensé para mis adentros.

-Adiós- dije sin más. Subiendo a lomos de Lucifer. Jeff se acerco apresurado.

-No quedamos que día nos veríamos…amhh… ya sabes, para llevarme al…. Al cachorro- estaba tartamudeando, era tan dulce…

-El lunes, a la misma hora, en el mismo lugar- le sonreí y lo dejé parado atrás mientras espoleaba a Lucifer.

El viento golpeaba mis mejillas mientras volaba libre, o esa era mi sensación. Había sido un día muy productivo debo decir, sin embargo ahora estaba más confundida que nunca, ¿Cómo albergaba dentro de mí sentimientos por un chico que apenas y conocía? Quizás era porque con él podía ser yo misma por un rato, nada de formalidades, nada de guardar apariencias, simplemente era yo. Y lo más extraño de todo era que nunca había hecho tal cosa, nunca me había abierto de esa manera a nadie. Jeff tenía algo, un “je ne sais pas”, que me hacia querer contarle todo lo que sentía. Pero si algo había aprendido en mi vida era no confiar de pleno en las personas, sonara cruel, pero es cierto, nunca terminas de conocer a las personas hasta que te lastiman, y no quería salir lastimada. Incluso estaba un poco asustada, en el fondo mis nuevos sentimientos me hacían dudar. Él escondía algo, lo sabía, su cara era como un libro abierto, podía leer fácilmente atreves de él, no quería presionarlo, no éramos más que meros conocidos, pero eso no quería decir que no llegáramos a ser amigos, y quien sabe…

Capitulo 3

El fin de semana me lo había pasado literalmente en las nubes, y estaba ansiosa. Domingo dio paso al lunes, uno increíblemente largo. Hicimos la prueba del peinado. Me hicieron alrededor de dos docenas de toda clase de arreglos en el cabello, lo cual me dejó una enorme jaqueca, al fin me decidí por uno, más por las ansias de que todo terminara que por lo deslumbrante que era el peinado. El resto del día me dediqué a probar la selección de postres, en serio, no quiero ver otra pasta de albaricoque o una tarta volteada de fresa y crema, mi estomago no lo soportaría. Entre mi dolor de cabeza y el dolor en la panza lo único que quería era retirarme a mi habitación. Eran alrededor de las 8.30 de la noche, aunque no tenia sueño me puse mi pijama, un conjunto de un pantaloncillo amarillo canario y una camisa enorme de I Love NY, regalo de mi cuñada, y me metí a la cama.

Me quede mirando al techo pintado de blanco. Si alguien me viese en ese momento creería que hay algo realmente interesante en el techo. Tomé mi i-phone de la mesita de noche y miré el buzón de mensajes. No había nuevos mensajes. El mismo viernes había repicado a Jeff y él me había respondido que ya tenía guardado mi número, pero él no había marcado. Lo agregué en mi correo, pero no había tenido tiempo para revisar si él estaba conectado. El día anterior me había quedado despierta hasta bien entrada la madrugada hablando con Mía. Le había contado mi encuentro con Jeff y ella se había reído a carcajadas, pero nuestra conversación se cortó porque la pequeña Sarah se había despertado y ella fue a dormirla otra vez, después de eso yo también me fui a dormir.

Ahora miraba la pantalla con el ceño fruncido, como si eso sirviera de algo, pensé. Lo dejé de nuevo en la mesita y me puse boca abajo sobre mi edredón color rosa chicle. En algún momento me había quedado adormilada cuando escuché a un lobo aullar, los aullidos aumentaron, y a tientas busque mi teléfono. Ok, sí, tengo a un lobo aullando como tono de mensaje. Con los ojos entrecerrado, muy entrecerrados, miré la pantalla de mi celular “Jeff”

Intenté incorporarme en la cama, solo para darme cuenta que estaba en todo el borde y caí de cabeza de la cama, quedando sepultaba entre las sabanas, el edredón y las almohadas. Me quité de encima todo eso, me arreglé el cabello que tenía en toda la cara y leí el mensaje.

“No puedo dormir, Jef-ly corre como loco por mi cuarto, tropezando con todo y arrastrando mis tenis ¿estás segura que no es un demonio de Tasmania?”

Yo me reí por eso. Pobrecillo, pensé.

“Busca un calcetín viejo, hazle un nudo y muéstraselo, dejará tus zapatos por un rato, luego se cansará y se dormirá” – Enviar –

Miré la hora, 1.24 am. ¿Me había mensajeado tan tarde para decirme eso? Quizás estaba buscando una excusa para comunicarse conmigo, bueno, eso quería creer.

“No puedo esperar a que tengas a este monstruo contigo, al fin podré dormir unos díasJ”

Su respuesta me hizo sonreír nuevamente no podía esperar para que me llevara al cachorro, o para vernos, no estaba segura, quizás algo de las dos.

“Nos vemos mañana, no te preocupes J “



El día siguiente me desperté temprano, me duché y me puse unos lindos jeans obscuros, una blusa manga larga de algodón color rojo y unas zapatillas a juego. Lissa, la muchacha que me ayudaba a peinar no estaba por ningún lado, pero yo era perfectamente capaz de hacerlo sola, así que saque mi cepillo dentro de una de las gavetas de mi peinadora, me senté en la silla y peiné mi cabello. Lo dejé lacio arriba y me ricé las puntas con los dedos hasta que quedaran bien. Me maquillé un poco, lo suficiente para esa hora del día y salí de mi habitación rumbo al desayunador.

Para mi sorpresa mis hermanas ya habían bajado y se estaban sentando a la mesa del desayuno. Mi padre, como siempre en la cabecera leyendo el periódico y tomando su café matutino, mi madre a su derecha me miró y sonrió.

-Bueno día cariño- ella estaba vestida con uno de sus muchos trajes formales color crema con botones dorados, su cabello pulcramente peinado y recogido en lo alto.

-Buenos días- dije animada antes de sentarme a la derecha de Monique.

-Me sorprende que sigas con vida- dijo sarcástica.

-¿Por?- pregunté confundida.

-Por el golpe que escuchamos anoche, pensamos que habías muerto- dijo Cecile. Ambas estaban vestidas con blusas blancas, faldas grises, medias largas blancas y zapatos de charol negros. A diferencia de mi hermano Bastean y de mí, las chicas estaban asistiendo a una prestigiosa escuela que se había inaugurado hacía ya cinco años en Mefer King, donde asistían los hijos de aristócratas. En el fondo agradecía no haber asistido nunca a una escuela, o secundaria, eso de lidiar con chicas presumidas, y que todos quisieran ser tus amigos porque eras una princesa… nahh… eso no iba conmigo, sin mencionar sus horrendos uniformes.

-No fue nada, me caí de la cama eso es todo- dije restándole importancia.

-¿Estás bien?- preguntó mi madre con preocupación.

-Sí, perfectamente- entraron varios sirvientes con bandejas llenas de comida humeante, hot cake, huevos, salchichas, pan recién hecho, también frutas cortadas en trozos, jarras con jugo de naranja, manzana y limón. Esa mañana en particular tenía mucho apetito, tomé una rebanada de pan que estaba esponjoso, caliente y pegajoso por la mantequilla, un par de salchichas y un par de huevos.

El desayuno transcurrió tranquilamente entre uno que otro comentario sobre las actividades programadas de cada uno, noticias sobre política, la economía, y el tranquilo debate sobre finanzas e inversiones.

-Niñas, recuerden que hoy haremos su prueba de vestidos así que a las 2 las quiero vestidas, ¿entendieron?- preguntó mi madre mientras le extendía a una de las sirvientas su vaso para ser rellenado. Ambas se quejaron pero asintieron.- Dense prisa, o llegarán tarde.

-Yo puedo llevarlas- me ofrecí. No era que adoraba recorrer cientos de kilómetros para dejar en el colegio a mis hermanas, sino que me quedaba de camino al centro comercial. Mi madre asintió, yo dejé terminé mi jugo y me levanté.

-Ah, Lilly- dijo mi padre bajando su periódico- Del asunto que hablamos…tienes hasta tu baile de cumpleaños, ¿ok?- ¡Mal…! ¿Hasta mi cumpleaños? ¿Se… se había vuelto loco? Ni siquiera conocía al sujeto en cuestión ¿y tendría que decidir si casarme con él o no? Mi madre miraba alternándonos a mi padre y a mí, ella no sabía nada de ese asunto, tampoco quería que se enterase, las discusiones entre los dos ya eran suficientes para agregarle más leña al fuego, y todos los problemas eran causa mía. Yo asentí e insté a las niñas para que se apresuraran, ambas se levantaron y fueron por sus cosas hasta la puerta del desayunador, yo las imité, cada vez se me estaba haciendo más complicado quedarme en el castillo, con ellos dos diciéndome lo que tenía que hacer.

Fui la ultima en abandonar la habitación y escuche a mi madre preguntar:

-¿Qué asunto es ese Derrick? – yo me detuve esperando la respuesta la mi padre.

-Es algo que sin duda nos beneficiará a todos querida- dijo él muy tranquilo, a la única que no beneficiaba era a mí.

-Derrick, por Dios, no involucres a nuestras hijas en tus negocios- dijo mi madre con vos dura.

-Descuida, ella sabrá tomar la mejor decisión, pero no hablemos más del tema, no quiero adelantarme a los acontecimientos.

-Lilliam es lista, espero que no te siga en tus juegos- con eso la escuche levantarse de la mesa. Yo me quedé un minuto recargada contra la pared al lado de las puertas. Mi madre pasó pero no me vio que yo estaba allí. Suspiré y fui hasta la entrada donde uno de los sirvientes había traído mi auto, un lindo VMW color rojo esmaltado que mi padre había insistido en regalarme, la verdad con un nuevo caballo hubiese bastado, pero era gratificante poder desplazarme hasta la cuidad en mi propio auto, claro que el sequito de guardaespaldas de mi padre iba conmigo, eran excelentes cargadores de bolsas. Había estacionados tres Hummer blindadas detrás de mi auto, como bien dije era por seguridad.

Las niñas ya estaban sentadas en el auto Monique delante y una parlanchina Cecile atrás.

-Creo que Lilly tubo uno de esos ataques que les da a la gente que se golpea la cabeza- dijo la pequeña mirándome la cabeza y frunciendo el ceño.

-¿Por qué lo dices Ceci?- pregunté dándole un manotazo por alarme el cabello en su revisión. Ella se lanzo contra el asiento trasero.

-Porque tú nunca nos llevarías a la escuela- dijo esta.

-Lo hago porque voy de paso, además el pobre Henry debe darle migraña cada vez que las lleva a la escuela.

-Al contrario- dijo Moni apartando la vista de su libro- Dice que le divierte hacerlo, además, no bromea con mamá y papá mientras los lleva a donde tienen que ir.

-Ellos son aburridos- protesto Ceci. Ya habíamos cruzados las puertas y estábamos tomando el camino más rápido hacia Mefer King- antes no lo eran tanto.

-Es porque se están haciendo viejos- comentó Moni. Yo suspiré ante eso, nuestros padres no llegaban a los 50, pero no les diría eso.

-Uhumm!!- ella me miró frunciendo el ceño, tenía una ceja levantada y lo labios fruncidos. Yo no aparté la mirada del camino.- Habla.

-No tengo nada que decir- sentía la mirada de Moni en mi cara. ¡Rayos! Era como si Bastean me estuviese mirando en aquel momento, o mi madre, esa fuerza en su mirada que intimidaba, sería muy buena como policía.

Pasados 5 minutos ella seguía viéndome, me estaba poniendo nerviosa, y para mi pesar Ceci se le unió en el juego, pero su mirada era más bien inquisidora.

-¿Tu qué piensas?- pregunté.

-¿Tiene algo que ver con ese asunto que tienes con papá?

-¡Bingo!- dije sarcástica. Mefer King se erigía frente a nosotras. Llamado así por el museo que la ciudad poseía. Mefer King era la contraparte Devonshire, el pueblo que estaba a las afuera de nuestra propiedad. La cuidad era la cara moderna de Vera, una de las ciudades más grandes del país, la principales distribuidoras de textiles se encontraban en esa ciudad en especifico, y gran parte de los aristócratas locales tenían propiedades allí. Era hermosa, en el sentido más moderno, pues Devonshire tenía una elegancia antigua, casi como si estuvieras dentro de un cuento de hadas, te hacía sentir que en cualquier momento saldría de alguna posada uno de los 7 enanos de Blanca Nieves, o de la librería saldría Bella con un nuevo libro, simplemente mágico. Un punto crucial en el recorrido de los turistas.

Mefer King era la capital de lo moderno, tanto su arquitectura como su tecnología y arte.

Queency Academy era la escuela a la que mis hermanas asistían. El lugar tenía la apariencia de una catedral o algo así. Enormes paredes de bloques renegridos, ventanales altos, torrecillas, y una puerta principal tan alta como una casa. El edificio era realmente viejo. Antes había sido un monasterio, pero fueron transferidos a una quinta parroquial que no era tan lúgubre como ese lugar. Yo me detuve delante de la escuela donde muchos niños se agolpaban en la entrada para hacer fila y eh ingresar al interior.

-¿Les gusta eso?- dije con los ojos como platos a mis hermanas.

-A mí sí, tengo muchas amigas- dijo Cecile abajándose del auto y dando un portazo. Los guardaespaldas ya estaban allí para acompañarla a la entrada.

-¿Y tú?- Moni no me había respondido. Tenía la vista clavada al frente y la expresión seria.

-No, no tengo muchas amigas- dijo ella pausadamente- Solo tengo una, su nombre es Julieth Schreiber, también su hermano mellizo es mi amigo, se llama Jeremy- suspiro, y luego me miró- no soy buena como Cecile en relacionarme con la gente, prefiero estar sola.

-Creo que eres un poco tímida, eso es todo- le dije tiernamente tocando su mejilla.

-Pero tú tienes amigas, muchísimas, y ni siquiera fuiste a la escuela. Las chicas de aquí no me quieren, solo hablan de cuantos ponis tienen, de cuantas muñecas, de cuantos vestidos comprados en parís tienen.- no quería contarle lo que en realidad sucedía a mi hermana, ¿amigas? Solo tenía a Janel, y a veces ella era tan superficial como un charco, pero la quería.

-Pero tú tienes una diseñadora personal, una granja de ponis en Milán, además una de caballos andaluces y podrías comprar la tienda entera de muñecas, ¿no entiendo el problema?

-Ese es precisamente el problema Lilly, no pueden competir conmigo en cuanto a quien tiene más cosas porque siempre saldré ganando yo, además no son sinceras entre ellas y mucho menos lo serán conmigo- Ella tenía mucha razón en eso.

-¿Qué hay de tu amiga Julieth y su hermano?

-Ellos son geniales- se le iluminó el rostro al hablar de ellos- ¿Puedes creer que tengan tantísimo dinero y son los chicos más normales que he conocido jamás?, su papá es un conde y es muy importante, su mamá es una mujer muy dulce, me han invitado muchas veces a su casa, y Jules me lleva cuando se lo pido. Por cierto tienen un hermano realmente guapo.- Algo dentro de mi cabeza hizo “clic” ¿Cómo era el apellido del conde amigo de mi padre?

-¿Schreiber?

-Síp, Julieth y Jeremy Schreiber. Por cierto, quiero más detalles de ese asunto que tienes con papá. Adiós, llegaré tarde- ella me dio un beso en la mejilla y bajó del auto. ¡Qué pequeño era el mundo! Si esos chicos eran hijos de un conde obviamente asistirían a la Queency Academy. ¡Esto parecía una mala jugada del destino! Mi hermana era amiga de los hermanos de ese muchacho con el que mi padre quería casarme. Ella había dicho que era guapo, pues yo lo veía como a un ciclope pomposo, aunque no lo conociera.

Tomé aire, arranqué el auto y me fui directo al centro comercial, quería comprar algo lindo para esa tarde, y algo para Jef-ly.



Estaba terminado mi desayuno cuando mi padre entró a la habitación con el ceño fruncido. No era normal puesto que siempre estaba de excelente humor por las mañanas.

-¿Te ocurre algo?- pregunté mientras que él lo miró de reojo y luego regresó al puño de su camisa manga larga de trabajo.

-¿Tienes alguna idea de que le pasó a mi camisa?- su padre se acercó y le enseñó el daño. Tenía todo el puño rasgado y con agujeros ¡Claro que sabia lo sucedido! Varias de mis mejores camisetas habían sufrido el mismo ataque.

-Lo siento por eso papá, fue…- en seguida el demonio de Tasmania se apareció por las puertas principales que daban al comedor, como si fuera el dueño y señor del lugar. Caminaba con paso altivo moviendo su colita de un lado al otro y con la lengua afuera.

-¡Oh!- exclamó su padre- el cachorro se le recostó a su padre en las piernas y comenzó a mordisquearle la bota del pantalón- ¡Hey amiguito, eso no es comida!- él se agachó y tomó a Jef-ly, el pequeño se movió como loco e intentó lamerle la cara a su padre, éste se echó a reír- ¿Dónde lo has encontrado? Tiene mucha energía.

-Para mi desgracia parece tener baterías solares. Lo encontré en el bosque mientras daba un paseo con Pegasus, parecía estar perdido, así que lo traje a casa… pero hoy se lo llevaran por toda una semana y estoy agradecido por ello…

-Espera, espera, ¿Quién se lo llevará?- ¡upss! Se me había olvidado un detalle un importante.

-¿Tienes tiempo para escuchar una divertida historia?- sin más mi padre se sentó y le conté sobre mi alocado encuentro con la princesa Lilly.

-Así que ya la has conocido ¿Qué te parece?- Mi padre estaba jugando con fuego. Estaba teniendo uno de esos momentos de inspiración para crear una nueva inversión. El problema era que yo estaba involucrado en él. Quería que me casara con alguna chica, preferiblemente de la ciudad o sus alrededores, con importantes negocios en su familia con los que él podría fácilmente invertir y multiplicar las ganancias para ambas partes. La cuestión era que se había juntado con el mejor inversor de todos, el propio rey Derrick, padre de Lilly.

Al parecer el rey había dicho que hablaría con su hija sobre el tema, dijo que era una chica muy lista y hermosa, pero estaba empeñada en estudiar una carrera que era para hombre, según su parecer, la cuestión era que a mi todavía no me convencía mucho la idea de contraer matrimonio y menos sin amor. Y estaba esa clausula del testamento del viejo conde que decía específicamente “Amor”, claro que un matrimonio por conveniencia era mucho más factible, y yo muy bien podía heredad luego, la verdad no me importaba cuando heredaría el titulo, solo quería seguir estudiando Administración, me gustaba mucho, y trabajar con mi padre era realmente divertido. Y sin embargo no me gustaba mucho esa idea suya, lo dejaba, a ver hasta donde llegaría él con esto. No podía sabe que me había gustado la princesa, ¿y a quien no? Con esos enormes ojos verde esmeralda, cabellos largos y rizados como hebras de oro, rostro de ángel, y figura de diosa. ¡Oh por dios! Claro que me gustaba, me encantaba, estaba deslumbrado, pero no se lo diría a mi padre, eso solo lo alentaría más.

-Es… agradable- dije con indiferencia.

-¿No te ah caído bien?

-No es eso, es todo ese plan tuyo el que no termina de convencerme. La princesa está bien, pero he oído que es un poco testaruda.

-Este negocio nos beneficiará a los todos. La chica te adorará una vez que te conozca, eres un chico grandioso y con un buen futuro por delante, le podrás dar todo lo que ella ah estado acostumbrada, y tendrá un titulo, no será reina, su cuñada lo será en cuanto sea coronado el príncipe Bastean, por lo tanto ella será feliz con esto- si podía juzgar bien a Lilly no estaba seguro de que las cosas materiales le importaran en lo más mínimo, ella estaba tan a gusto con la naturaleza, los animales, que no creía que fuera tan frívola. Aunque mi padre tenía un poco de razón, pasaría de ser una princesa que no tendría derecho a la corona a menos que algo le sucediera a su hermano, y como conocía al príncipe, era una pared. Fuerte, valiente, y sobre todo decidido. Lilly no tendría más que lo que su hermano le diese, aunque fuera generoso ella querría más, ella querría amor, igual que lo quería yo con toda mi alma. Un amor de esos que te robaba el aliento, como en las telenovelas que veía mi madre con frecuencia, yo quería algo así, nada tan dramático, pero que fuera verdadero.

-No lo sé…- seguí dudando.

-Enamórala hijo, si lo que te preocupa es que no te acepta con todos los beneficios que podría tener a tu lado entonces enamórala, y si es posible enamórate tu también, pero no caigas en el hechizo antes que ella, porque perder la cabeza… ahmm… no sería inteligente.

-Ok, ahmm… yo tengo tarea que entregar antes de encontrarme con Lilly y dejarle al terremoto- me levanté y le quité al cachorro a mi padre, el bandido estaba siendo mimado por toda la familia, y causando muchísimos destrozos también.

-Como quieras, pero recuerda lo que te he dicho muchacho- mi padre me dio unas palmaditas en el hombro y sacudió las orejas de Jef-ly antes de marcharse.

-¿Estás ansioso por ver a Lilly, pequeño?- éste en respuesta se animó y lo dejé en el suelo. No era el único que estaba animado con la idea de volver a verla.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Capitulo 2

Luego de salir del despacho de mi padre, fui a mi habitación, me puse unos pantalones de montar color negros ajustados, mis botas de montar, busque una blusa ligera fucsia, me hice una coleta alta y busque mi equipo de equitación. 

Al llegar al establo ensillé a Lucifer y salí con rumbo al bosque. Aunque mis padres insistían en que montase una linda y dócil yegua, Lucifer era más parecido a mí que cualquier otro animal. Era rebelde y obstinado. Había sido criado en una granja de caballos a las afueras de Midelton, pero su naturaleza indómita había causado grandes problemas, su padre era un caballo salvaje y una yegua andaluz que para su mala suerte se había escapado de la grande y tenido una aventurilla con él. Al dueño casi le daba un infarto al saber que su fina y más preciada yegua esperaba un potrillo de un animal salvaje. No le quedó más remedio que quedarse con él. Pero mientras fue creciendo no había sido posible domarlo, reventaba las riendas del esfuerzo, y no había permitido que se le acercaran con una jeringa cuando el dueño quiso castrarlo. El señor Nelson, el dueño de la granja, informó a mi padre sobre el asunto, no querían sacrificarlo porque era un espécimen hermoso y pagarían una fortuna por semejante caballo, grande, fornido, color blanco inmaculado, hocico gris, de patas largas y pelo sedoso. Mi padre le había dicho que lo dejara a cuidado del Sr. Frimand, él era un excelente veterinario y “domador” de animales, pero ni siquiera el domador había podido con el caballo.

Una tarde estaba tan aburrida que decidí salir a cabalgar. Zaphira, la yegua favorita de mi madre tenía una pata lastimada y el caballo de mi hermano no se apartaba de su lado. En cuando a Zifrick y Melody estaban siendo aseados, enfadada busque otra cosa que hacer, busqué al señor Frimand, que estaba intentando trabajar con un nuevo caballo. Lo sabían llamado Lucifer porque era testarudo y desobediente. Sentí gran curiosidad por el animal, casi tan alto como una casa, que le pedí dejarme montarlo. En cuanto se lo propuse el hombre me lo impidió de inmediato, pero no lo escuché y me acerque a él. Al principio estaba tenso, pero tomé su hocico y le acaricie las orejas con delicadeza mientras le susurraba palabras tranquilizadoras. Desde ese momento solo yo he podido montarlo, a veces el Sr. Frimand pero no con mucha frecuencia. Me había dicho que era una bruja, y le pedí a mi padre si podía quedarme con él, al principio me repuso que era una bestia enorme para una señorita, y que era gruñón, pero al ver los cambios que hizo conmigo como entrenadora se había convencido que era mejor que estuviese conmigo que tener que sacrificarlo.

Lucifer relinchaba feliz al tiempo en que lo puse al trote, y poco después un galope ligero. Amaba sentir el viento a mí alrededor, y el sol del mediodía brillando con fuerza. Para ser pleno abril el calor empezaba a sentirse.

Un desfile de arboles como edificios se presentaba delante de nosotros, guié a Lucifer entre los ramajes, me bajé de un saldo, tomé las riendas y caminamos el resto del trayecto hasta el río que lindaba con los límites de la propiedad familiar.

Dejé que el caballo tomara agua y me deshice de la coleta. Puse una sabana que llevaba en mi bolso de excursión Gucci, y la extendí bajo un gran roble. Como Lucifer no tenía la costumbre de salir huyendo o corretear, le cambie la correa por una soga y lo amarre al roble, le permitía estar libre pero no podría escapar. Saque también una manzana y se la ofrecí, él amaba las manzana, le saque otras dos y las dejé a un lado, busque mi libro de medicina animal y empecé a leer sobre los grandes mamíferos, el libro había sido un obsequio de Mía, una colección de 10 tomos que me había enviado para navidad.

Minutos después escuché un sonido a lo lejos, como un bebé llorando, o más específicamente un gemido. Era ahogado y agudo, por lo que parecía ser un canino muy pequeño. Me levanté con curiosidad y caminé unos metros, el gemido se hacía cada vez más fuerte, pero no lograba descifrar el lugar del que provenía. Más adelante entre unos arbustos llenos de enredaderas había una figura grande entre ellos. Al principio sentí un poco de miedo, ¿y si era un lobo o una hiena? Podía encargarme del cachorro pero dudaba que pudiera con su madre.

El gemido estaba cerca. Estaba luchando con mi deseo de seguir buscando a la pequeña criatura y el deseo de salir corriendo. En contra de todo caminé hasta la criatura grande y tomé una vara que había en el suelo, con cuidado lo piqué, este se removió y al parecer perdió el equilibrio y cayó de espaldas fuera de las enredaderas. Para mi sorpresa no era ningún tigre o puma, sino un muchacho bastante alto, de cabellos claros, tenía una camiseta blanca, muy sucia, y unos pantalones oscuros. El muchacho se quejo un poco y se frotó la cabeza en la parte de atrás con su mano, sus brazos estaban bien formados, se notaba que hacía mucho ejercicio, hasta su pecho estaba bien formado y su cintura era pequeña, sus piernas… ¿Qué hacía yo mirando sus piernas?

-¿Estás bien?- pregunté un poco preocupada. El muchacho se quedó tendido de espaldas con los ojos cerrados y una leve sonrisita en los labios. Era la primera vez que lo veía. Su nariz era un poco tosca, sus cejas pobladas pero en un arco perfecto, sus labios eran delgados y su barbilla como una V.

-Ignorando la contusión cerebral, el dolor de espalda y el piquete de la vara estoy bien- él abrió los ojos vi el hermoso color azul, eran un tanto oscuros, pero aun así hermosos. ¿Y qué hacía yo de nuevo pensando en lo hermoso de sus ojos? Sus rasgos definitivamente era muy comunes en Vera, cabellos claros, ojos de color, piel blanca, de gran estatura… pero había algo en él, y no sé que era, simplemente… era… bien agraciado. Él abrió más los ojos y al mirarme se dio rápido la vuelta y se levanto.

-Princesa Lilliam- él hizo una reverencia. Él era realmente alto, y ahora que lo veía mejor, y no de cabeza me di cuenta de que era más que bien agraciado, el tipo era realmente bello.

-¿Estas lastimado?- pregunté nuevamente, aunque sabía que su primera respuesta había sido una broma pareció haberse lastimado en serio. Su mejilla izquierda estaba un poco raspada y salía sangre de la herida. Saque de mi bolsillo un pañuelo blanco de lino que siempre llevaba conmigo, me acerqué a él, me puse de puntillas y puse el pañuelo en su mejilla. Sentí como se tensaba pero no se apartó, el muchacho levantó la mano y sostuvo la tela.

-Gracias milady- dijo él haciendo una inclinación de cabeza.

-Llámame Lilly. ¿Qué hacías allí?

-Estaba tratando de sacar a un cachorro de entre los arbustos, pero me atoré y el tonto perro se metió aun más en la maleza.- Lo vi reírse un poco pero hizo una mueca por el dolor.

-También lo escuché y quería encontrarlo. Vamos al rio para que laves tu mejilla- él asintió y me dejó ir primero. Cuando llegamos Lucifer estaba comiéndose el resto de las manzanas y resoplo cuando pase a su lado y le acaricie la cabeza. El muchacho se arrodillo junto al rio mojó el pañuelo y se limpió la cara. Me quedé mirándolo mientras se aseaba, su espalda era grande y con músculos que se veían a través de su camiseta. Mis mejillas ardieron ante ese pensamiento ¿Y entonces? Nunca me había puesto así, conocía cientos de muchachos mucho más guapos que él, y ahí estaba mirando cómo se contraían sus músculos con cada movimiento.

-Me temo que su pañuelo está arruinado milady- dijo él mientras se levantaba y dejaba de nuevo el pañuelo en su mejilla. El sol le daba sobre sus cabellos que parecían miel, tenía la camisa muy mojada y se le adhería al pecho firme…

-Descuida- dije un poco torpe.- puedes quedarte con él. Y no me digas milady, ya te dije que podías llamarme Lilly.

-No sería correcto…- comenzó a decir él, pero yo lo detuve.

-Es una orden- dije con suavidad- ¿Cómo te llamas?

-Jeff… me llamo Jeff.- por un momento pareció reacio a decirme quien era, no le presté atención o eso- ¿Qué hacia sola por aquí señorita? –Él frunció el ceño y yo lo reprendí con la mirada- perdón, Lilly.

-Así está mejor- le sonreí- vine a pasear un rato con Lucifer- dije señalando a mi caballo que estaba sumamente interesado en un jardincillo de margaritas que crecían al pie de un árbol cercano.- Estaba leyendo y escuche al cachorro gemir.

-Es cierto, el perro. Sigue ahí y no quiere salir.

-Tal vez este asustado, no es común que un cachorro ronde por el bosque y menos solo. Quizás podamos sacarlo con un poco de paciencia.- caminé y desaté a Lucifer del árbol, le cambié las riendas, busque mis cosas y las até a la silla de montar. Jeff se me quedo mirando un rato, quizás preguntándose qué estaba haciendo- ¿Te quedarás ahí parado o me ayudaras a sacar al cachorro de los arbustos?

-Claro- susurró.

Caminamos de regreso a los arbustos donde el perro seguía gimiendo y aullando. Esta vez estaba casi fuera del verde follaje. Yo me aproximé y tomé al pequeño animalito. Se trataba de un pequeño cachorro golde retriever. El pequeño tendría alrededor de un mes de nacido más o menos, tal vez estaba perdido. Busqué dentro de mi bolso una chaqueta de lana color rosa que siempre llevaba por si llegaba a hacer frio y envolví al cachorro en ella.

-Este es el pequeño que causó tanto alboroto- dije mientras le tendía al animalito a Jeff. Este se echó a reír y lo acurruque en mi pecho.

-Así que tú eres el causante de mis rasguños- el pequeño abrió la boca volvió a aullar.- Creo que tiene hambre, lo llevaré a casa y…

-¿Te lo llevarás?- le pregunté.

-Ahmm… sí. Quería rescatarlo, llevarlo a casa y cuidar de él, ¿Por qué?

-Yo… también quería llevarlo a casa- respondí decepcionada. Yo también quería tenerlo, cuidar de él, alimentarlo. Jeff no podía llevárselo así no más, pero una cosa era cierta, él lo había encontrado primero, no podía ser tan egoísta.

-Tal vez- dijo mientras acariciaba las patitas del perrito distraídamente- podamos compartir su custodia. Hoy es viernes, por lo que podríamos vernos el viernes siguiente y puedes llevarlo contigo.- mi estomago se contrajo con la idea de volver a verlo, pero… me dije a mi misma, solo nos veríamos para que me llevara al cachorro.

-Creo que es mucho tiempo- ¿De dónde salió eso?- ¿el miércoles te parece?

-Claro- Jeff sonrió.- ¿Cómo se llamará esté pequeño revoltoso?

-No lo sé- no se me ocurría nada, estaba ocupada mirándolo jugar con el perro.- ahmm… puede llamarse… Jef-ly.

-¿Jef-ly?- preguntó divertido.- ¿Es como Jeff y… Lilly? – No era mi intención, en ningún momento… pero me sonrojé. ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso me había contagiado de algún virus circundante o algo así?

-Si no te gusta hay muchos nombres que…

-No, me gusta Jefly.- ese comentario hizo arder mis mejillas- Bien… tengo que irme.

-¿Dónde está tu montura?

-Más adelante. Entonces… ¿Nos vemos el miércoles?

-¡Ajap!- yo asentí entusiasmada- ¿Tienes celular… correo?

-Sí, claro. Aunque no lo llevo conmigo cuando voy de excursión- Yo saqué mi libreta de dibujos de mi bolso y un lápiz, era dada al dibujo, ¿y que dibujaba? ¡Animales, por supuesto! – Ten- le tendí los utensilios- anótalos y luego te escribo para que tengas el mío.

-Perfecto –respondió él- nos vemos entonces. Adiós.

-Adiós- De un salto subí a lomos de Lucifer, y mirando a Jeff desde las alturas sentí de nuevo esas mariposas en mi estomago- Adiós Jef-ly.- Jeff miró al perrito y sonrió de nuevo.

Tomé las riendas y comencé a guiar a Lucifer de vuelta a casa. Normalmente no era tan descuidada con eso de tratar a los extraños con tanta familiaridad. Pero Jeff tenía algo que simplemente te hacia querer abrir tu alma, y revelarle todo lo que sientes, era extraño, pero me hacia querer saber más de él, sus gustos, sus disgustos, sus pasiones, todo.

Debía estar volviéndome loca. No sabía quién era él, y al parecer no estaba dispuesto a revelarme nada. En cada momento se había mantenido alejado y reservado en sus asuntos, encerrado en su mente, aunque daba la impresión de que todo lo que él pensaba se daba por sentado, como cuando dijo querer llevarse al Jef-ly con él, si siquiera tomó mi opinión, y si algo odiaba era precisamente eso, no ser tomada en cuenta, como si no tuviera algo interesante en mente, o que mis aportes no serian de gran relevancia. Aunque sabía que no debía sentirme enfadada u ofendida, no podía quitarme ese pensamiento de la cabeza. Tenía que saber quién era él en realidad y que ocultaba detrás de esa sonrisa amable.



Con las manos aun temblándome llegué hasta las escaleras del Pear Palase. Me bajé de un salto del lomo de Pegasus, le di las riendas a Julio que se acerco a mí tan pronto como llegue y se disponía que regresar al caballo a los establos.

El corazón me martilleaba en el pecho, y no precisamente por la carrera suicida que acabada de tener sino por la preciosa rubia con la que me había encontrado, y que me había herido. Había escuchado que la princesa tenía una belleza hipnótica, segadora, deslumbrante, pero nunca la había visto. En los últimos dos años mi única ocupación había sido estudiar, aprender otros idiomas, estar de cabeza con mi padre trabajando, y nunca me molesté en saber quién era la princesa de Vera. Claro que conocía la historia, incluso había visto a los reyes en muchas ocasiones, pero a la princesa solo se le veían los rizos dorados cayendo en cascada por su cabeza cubierta por sombreros elegantes. Pero jamás la había visto en persona, solo fotografías en los periódicos o en internet. Y debo decir que las descripciones sobre ella se quedaban cortas. Al verla me había quedado sin aliento, literalmente de cabeza. Imaginé que siendo una princesa seria toda petulante y engreída, sin embargo era muy simpática, y hermosa, hermosísima, perfecta. Con un suspiro me deje caer en el último escalón, miré el bulto que llevaba en mis brazos, Jef-ly durmió todo el camino y aun lo hacía. Una de las mangas de la chaqueta estaba suelta, lo tomé entre mis manos y lo lleve a mi nariz. Olía a ella, como a flores, duraznos y fresas, dulce. Su pañuelo parecía pesar como piedras en mi bolsillo, tenía dos prendas que eran de ella y claro la custodia compartida del pequeño animal. No sé en que estaba pensando cuando sugerí tal cosa, simplemente no me hubiese importado que ella se lo llevara, pero había visto su gran interés en el pequeño que no pude reprimir las ganas de tenerlo conmigo solo porque ella también lo deseaba. Sonará estúpido, y totalmente infantil, pero había nacido un deseo en mí tan grande que no pude reprimir ese impulso. Quería volver a verla, como sea, y si para eso debía cuidar al pequeño latoso lo haría.

Sobre mí caía el peso de una mentira, ese quizás fue el principal problema, ¿pero que iba a decirle?“Hola, soy Jeff, antes era pobre, pero ahora tengo mucho dinero y heredaré un titulo pronto, por cierto eres hermosa, ¿puedo besarte?” Eso sería devastador.

Y allí estaba de nuevo reviviendo el poco tiempo que había compartido con ella. Con desgana me levanté y entre a la casa.

-¡Jeff, has llegado!- dijo mi madre al verme desde la cima de las escaleras. Llevaba el cabello rojizo rizado y un vestido de tarde color celeste muy sencillo, así era ella, toda elegancia pero sin ser exagerada, alta y con su cara risueña, debo decir que tenía sus años, aunque no era vieja, seguía teniendo esa chispa de picardía que debió tener cuando era muchacha, y comprendía muy bien porque mi padre se había enamorado perdidamente de ella, todos se enamoraban de ella con solo mirarla. Sus ojos azul oscuro eran idénticos a los míos, yo me parecía más a ella que a mi padre, por lo que siempre me decía que había sido besado por un ángel, y era cierto, mi madre era un ángel.

-Sí, y traigo un huésped conmigo- dije señalando al cachorro que se revolvía entre mis brazos.

-¡Oh! Mira esa cosita- ella ya estaba delante de mí quitándome al perro de encima- ¿Dónde lo encontrarte?

-Cerca del rio, dentro de unos arbustos- ella me miro, puso sus manos en mi barbilla y me miro la mejilla. Aunque era mucho más alto que ella logró hacerme bajar un poco para examinarme la cara.

-¿Qué te sucedió?- ella me tomó la mano sin dejar que yo le explicara y me llevo a la cocina para hacerme sentar en una de las sillas del desayunador. La cocina debo decir, era un impresionante foco de luz, había sido redecorada hacia poco y todos los aparatos eran nuevos y de color blanco. Los ventanales que tenia de espaldas a mí daban a un jardincillo de claveles que mi madre había cultivado.

-Estaba en una misión de rescate mamá- dije de manera despreocupada. Ella soltó un bufido y coloco al cachorro en el suelo. Mi madre estaba rebuscando aquí y allá, sacando tasas de un lado, y vendas del otro. Le tendió a Jef-ly la tasa con leche y éste corrió por él. Ella se puso delante de mí y mojo la venda con alcohol, sentí como mi rostro perdía el color, era tan cobarde para el dolor. Ella puso la venda sobre mis mejillas y reprimí un gruñido, la herida escocía y me ardía como el demonio, dije una grosería en alemán y ella en seguida me miro con los ojos como platos, ella conocía el idioma como si fuese el suyo propio. Ella era Española por lo que su inglés tenía un acento chistoso, pero había aprendido alemán en la universidad. Mi padre era escocés, y también tenía acento. Mis hermanos y yo nos acostumbramos al inglés americano del viejo conde y al español latino de la Sra. Montiel, nuestra ama de llaves.

-¡Tú y tus misiones de rescate! Jonathan Jacob si llegas con otro brazo roto juro por Dios y la memoria del conde que te castigare de por vida- Dijo ella en español. A los largo de mis 20 años había tenido un registro de dos fracturas de muñeca por brazo, un esguinces en la pierna derecha y una fractura en la izquierda, tres fracturas de costillas y una cantidad desconocía de puntadas por raspones. Los nervios de mi madre estaban siempre alterados por mis “misiones de rescate”. Una vez me había saltado la valla que dividía la propiedad con la del huraño varón Banllester. Tenía un árbol de manzanas en su patio trasero, enormes manzanas como melones. El viejo conde Phirs me había dicho que eran las mejores del lugar, pero las cosechas se perdían porque al varón no le gustaban. Por lo que una tarde de julio salté la cerca y lleve conmigo una mochila bacía, tendría en ese entonces la edad de los mellizos. Trepe al enorme árbol y me senté en una rapa aparentemente fuerte. Al recolectar mi botín la rama cedió por el peso y caí de pie como un gato. Claro que mi pie derecho lo había sentido por completo, aun así corrí hasta la valla donde el viejo Phirs me esperaba muerto de la risa. Como pudo me ayudo a llegar a casa, y mi madre salió como loca al escuchar que estaba lastimado. Cuatro semanas con un yeso, otras cuatro vendado y dos más en terapia, había valido la pena. Mientras estaba de reposo comí tanta tarta de manzana, pudin de manzana, helado de manzana, jugo de manzana, gelatina de manzana como para que alguien se artera, pero yo era feliz comiendo todo lo que me trajeran.

Después de eso el varó puso un cerca eléctrica en su partió y mando a quitar el árbol de manzanas. Pero había disfrutado de su última cosecha. Mi madre terminó y curarme, puso una gasa en mi mejilla y me besó la frente.

-Gracias mamá-le dije en español. Mi madre sonrió.

-De nada bebé- me respondió ella. Unos gritos llegaron desde la entrada. Mi madre frunció el ceño y fue a ver el alboroto. Yo miré a Jef-ly que estaba jugueteando con mis cordones, y lo devolví a la tasa con leche pero este lo ignoró. Me levanté y seguí a mi madre. - ¿Julieth qué pasa?- escuche decir a mi madre en la entrada. July estaba pálida como una hoja mientras que Jeremy se reía hasta las lágrimas. Me acerque al bribón y pase mi brazo por su cuello y comencé a forcejear.

-¡Basta Jeff, déjame!- gritaba Jeremy.

-¿Qué le hiciste a July? ¡Habla mocoso!- dije mientras lo apretaba más y le frotaba el puño en la cabeza.

-¡Ya basta muchachos!- grito mi madre. Aunque no era dada a perder la paciencia con Jeremy molestando contantemente a July era difícil- ¿Qué pasó cariño?- le preguntó mi madre a Julieth. Ella estaba llorando con su rostro pálido y el cabello revuelto.

-Jeremy… encontró una rana… cerca del estanque - dijo ella entre hipidos. Yo sostenía firmemente al muchacho. Si fue capaz de asustarla con eso buscaría a la rana y la metería en sus calzones mientras dormía, pensé con malicia- ¡él me la arrojo y me callo en el cabello!- chilló mientras se estremecía. Mi madre la abrazó mientras trataba de reprimir una risa. Yo por mi parte le di un zape en la nuca a Jeremy. Este frunció el ceño ante mi golpe y quiso abalanzarse sobre mí, pero aun no era tan alto.

-¡Jeremy!- dijo mi madre y llamando nuestra atención de la pelea- ¿Cómo es posible que le hagas eso a tu hermana?

-¡Es una llorona!- dijo él- ¡Eres una niñita Julieth!- grito Jeremy.

-¡Igual que tú!- le gritó Julieth. Mi madre se pellizcó el puente de la nariz cansada de las disputas de esos dos. Los mellizos siguieron gritándose hasta que golpee de nuevo a Jeremy en la cabeza.

-¡Basta ya enano!- el volvió a mirarme con odio- ¿Eres niñita acaso? ¡Deja de meterte con ella!

-Julieth no es divertida. Cuando éramos pequeños hacíamos de todo, ahora es una niñita llorica que le tiene miedo hasta a su sombre. ¡Te odio Julieth!- diciendo eso salió corriendo liberándose de mi agarre y subiendo las escaleras.

-Hablaré con él en cuanto se tranquilice un poco- dijo mi madre mirando a Julieth que volvía a llorar- Ve a darte una ducha y lávate bien el cabello ¿Sí?- ella asintió y subió las escaleras- Deberías irte a duchar tu también Jeff, y esa camisa- dijo señalando la que llevaba puesta- no la quiero debajo de tu cama ¿ok?

-Ok.- antes d irme le dije- Puedo hablar con él si quieres.

-Claro, Jeremy aun no ah superado la muerte del conde Phirs y tampoco el hecho de que Julieth está creciendo, y ya no puede hacer las mismas cosas que hacía de niña. Odia los cambios.- yo asentí ante eso.

Jeremy no era el único que odiaba los cambios. Yo también.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Capitulo 1

Castillo de Kent - Vera

-¿Terminamos ya?- me queje por millonésima vez. Mi madre rodo los ojos por millonésima vez, y la nana emitió un gruñido por millonésima vez. Mi frustración se les había contagiado. ¿Quién con más de dos horas parada sobre una plataforma, con hambre y unas incontrolables ganas de ir al baño, no estaría de mal humor?

-Ya casi terminamos señorita, estese quieta- dijo la modista. Andrelie Arauch era una diseñadora muy reconocida en Vera, y a mi madre le encantaban sus diseños. Pero ya me había cansado y quería bajarme de esa horrible cosa y quitarse el prototipo de vestido que llevaba encima.

Faltaban solo tres meses para el baile que se celebraría en el catillo para festejar mi cumpleaños número 18. Los preparativos se habían comenzado y la confección de mi vestido con él. A decir verdad no me entusiasmaba mucho el baile. Cada año era lo mismo de cierta forma, se organizaba todo para que fuera perfecto, se decoraba con flores hermosas, lazos y listones, la comida era una verdadera obra de arte culinaria, la música era excelente, incluso contrataban agrupaciones. Pero fuera de eso tenía que soportar el desfile de gente que llegaba a expresar sus felicitaciones, y a alagar mi persona “Es una hermosura de jovencita” “Algún día será una verdadera joya”, tenía que sonreír amablemente, aunque por dentro sabia que lo que ellos querían decir en realidad “Gastan tanto dinero cada año, yo quisiera tener esa cantidad de dinero” “Como desearía que se cabella con su elegante vestido y reírme de su altivez”

Me divertía mucho imaginando a todas aquellas personas en las más vergonzosas situaciones, incluso me hubiese gustado gastar una que otra broma. Pero desde que mi hermano se había casado, ya no tenía a mi compañero de travesuras. Amaba a mi cuñada, y mi sobrina era un encanto, pero ya no era lo mismo. Bastean se había convertido en un hombre maduro o por lo menos una parte de él. Mía seguía siendo mi confidente, admito que me hacía falta conversar con ella de vez en cuando, pero estaba muy ocupada cuidando a Sarah y trabajando. ¡Ser adultos apesta! Moni y Ceci eran de lo más felices. Aunque ya empezaban a adiestrarlas para convertirse en señoritas recatadas de la realeza ellas seguían siendo sumamente inquietas. Y yo… bien, no se me permitía hacer nada de eso.

Tantas veces s me había castigado por salir y permanecer muchas horas en el bosque, llenarme la ropa de hojas, barros y otras cosas. Cuando era más joven la moda era lo primero para mí. Lindos vestidos, zapatos, chalecos con cortes impecables y toda clases de superficiales. Al crecer, mi pasión por los animales había sobrepasado mi sentido de la moda. Solía pasar toda la mañana y parte de la tarde metida en las caballerizas. El Sr. Frimand decía que sería una excelente veterinaria, pero por dentro yo sabía que para mí eso sería imposible. En una ocasión le había platicado a mi madre sobre el asunto, aunque al principio hizo tantas muecas con su cara como para armar una galería de gestos, dijo que si eso me hacia feliz ella me apoyaría. Pero mi padre se negó en redondo. Quise incluso defender mi punto de vista, decirle que eso era lo que amaba y deseaba hacer, decirle que sería sumamente útil para el pueblo y el país entero, ¿Qué país tenía una princesa que fuera veterinaria? No muchos hasta donde yo sé.

Ni siquiera tuve oportunidad de hablarle. Simplemente dijo “No” algo sobre que las chicas no les meten la mano a las vacas por la retaguardia, y otras cosas refunfuñadas en alemán.

Había hablado con mi hermano, suplicado que intercediera por mí ante mi padre. Pero fue inútil. Bastean había ofrecido quedarme con él y Mía mientras estudiaba, que él se haría responsable de mí y me ayudaría a estudiar. Pero nuevamente padre afirmó que él era un alcahuete y que no permitiría que ninguna de sus hijas estudiara una profesión de hombres. Eso llevo a mi madre a discutirle, ¿porque al ser abogada y encargarse personalmente de asuntos importantes con la ganadería y la téxtilera la haría menos mujer?

Odiaba que todo aquello se hubiera desatado por mi preferencia vocacional. Con disgusto me había puesto ante mi padre. Él no me permitiría estudiar veterinaria. A decir verdad, dudaba que me permitiera estudiar algo que no fuese una carrera de “mujer” como educación, al igual que Mía, diseño de modas como lo hacía mi prima Marie Elizabeth, o algo que implicara ser femenina, vestir bien, y dar una buena cara a la aristocracia Vereniana. Eso era lo que más me molestaba. Estaba echando mis sueños a la basura por dar una buena impresión a la sociedad.

Como rey, mi padre se enorgullecía de ser justo y amable con todos los habitantes de su nación. ¿Por qué yo era diferente? Era un poco rebelde sí, pero estaba cansada de aplazar siempre mi felicidad por el buen nombre de la familia McDragon. Incluso me había dicho que si deseaba ser modelo pues que lo hiciera, era mejor que oler a estiércol y caballo todo el tiempo. Aunque había posado para varias revistas y hecho algunas campañas seguían firme en mi idea de ser veterinaria.

Quería ayudar a aquellos que con su propia voz no podían manifestar sus necesidades. Eran seres vivos, que sentían, ¿Quién velaba por ellos? Con amargura mi imagen en el espejo de cuerpo completo que había dispuesto en el salón rojo. El vestido literalmente parecía el de una princesa, pero de cuentos. El tema de la fiesta seria un baile de mascaras, como en el siglo XIX. Mía me había sugerido la idea, juntas habíamos investigado y planeado, a mis padres les pareció excelente, solo Cecile hizo un berrinche por ser aun muy pequeña para estar en la velada. Moni por su parte estaba ansiosa por ser tomada en cuenta, recuerdo cuando yo misma había sido ignorada en los muchos bailes organizados en el castillo.

-¡Señorita, se ve esplendida¡- dijo Mildred, la ayudante de la diseñadora. El vestido era hermoso. En color lila plateado en la parte del frente y revestida en tela rosa. El corpiño mostraba cuatro triángulos invertidos delineados con perlas, así pues, la larga línea que iba en medio del vestido también llevaba perlas. Tanto la falda como la cola tenían hermosos diseños de hojas otoñales en color plata, las mangas largas estaban igualmente decoradas con hojas un poco más pequeñas que a contra luz brillaban y daban un toque realmente elegante. Era de talle alto, con los hombros al descubierto solo ligeramente, no era el vulgar escote que supuse llevarían las otras invitadas, yo quería mantener la escancia de la época, tenía un aire moderno pero antiguo, era un sueño. En mi opinión el rosa viejo usado para el vestido no era un color que yo hubiese usado. Mis ojos eran verdes y mi cabello rubio, no había manera de que resaltara alguno de mis rasgos. Parecería una chica sosa si no me hacia un buen maquillaje y un peinado refinado. ¡Ahí tienes padre! Tu hija sabe de moda. Aunque debo admitir, no sin un toque de petulancia, que era realmente bonita, mi nariz era pequeña, mis labios eran réyenos y pequeños, mis ojos grandes y alargados al final. Siempre me habían considerado la más linda de las hermanas McDragon, aunque debo decir que mi pequeña hermana Moni sería mucho más hermosa, con su cabello oscuro y ojos del mismo color verde bosque, y si nos adelantamos unos años Cecile le pisaría los talones.

Vera estaba llena de una gran mescla de culturas europeas. El cabello rubio, la piel blanca y los ojos de color eran abundantes, creo que por eso mi hermano se había deslumbrado con su esposa, era había sido pelirroja con ojos oscuros, luego toda castaña, incluso mi sobrina, que era rubia tenia esos hermosos ojos marrones de su madre. Ella era la excepción a la regla McDragon, todos teníamos ojos verdes, claro que mi madre los tenias azules. Mis hermanas menores tenían cabello oscuro, algo diferente o digamos poco común. Pero yo me consideraba una más del montón.

-¿Podemos terminar ya?- me queje por millonésima primera vez.

-Claro, cariño- dijo mi madre ayudándome a bajar de la plataforma- Hay que soltarle un poco el busto creo que sus pechos quedan aplastados…

-¡Mamá!- me sonroje hasta las orejas. Las muchachas de servicio y las modistas se rieron bajito, desee echarles una mirada asesina, pero era cierto que el busto me apretaba un poco.

-Sí, su majestad- dijo Andrelie, y comenzó a soltar unos alfileres que estaban en el frente, eran tan fino que ni yo los había notado, ¡Rayos! ¡Y pude haberme clavado uno de esos!- ¿Cómo lo siente señorita? ¿Mejor?

-Sí, está bien así- volvió a prensar el frente y me encamino detrás del biombo para que me ayudaran a quitarlos.

-¿Cree usted que sea mejor un peinado suelto o recogido?- escuche preguntar a mi madre.

-La señorita Liliam tiene un cuello estilizado y elegante. Si se hace un peinado recogido se puede apreciar las joyas que llevara a juego con el traje, aunque se verá exagerado el corte del vestido, pero si se le hace un lindo peinado suelto y alto en la coronilla será una imagen deslumbrante su majestad. La princesa se verá exquisita. – Yo rodee los ojos. Cuando por fin me sacaron el vestido busque una bata de seda que había traído para mí y me asomé.

-¿Puedo por lo menos decidir qué tipo de peinado usaré, madre?- pregunté quejumbrosa, me sentía como una muñeca Barbie con la que estaban jugando a vestir.

-Insististe en escoger el maquillaje Lilly, es con todo lo que podrás decidir- ella tomó si celular y comenzó a organizar la próxima prueba, que sería con maquillaje y peinado.- Si estuviera en tu control todos usaríamos jeans o vestidos de día.

-Por lo menos puedo decidir qué clase de jean usar ¿o también lo elegirías tu madre?- vi en su rostro enfado. Últimamente se estaba sintiendo desafiada por mi parte, y admito que era mi intención hacerla llegar a su límite, y si es posible cancelar todo, pero ella conocía mi desagrado por sus presiones en cuanto a la perfección de todo, y su total dominio sobre todos.

-Liliam Allison sé lo que tratas de hacer y no funcionará conmigo. Vístete ya, es hora de la merienda y tu padre quiere hablarte de algo.- ¡Por Dios! ¿Sera que…? No, no podía ser, mi padre nunca daba su brazo a torcer con nada…

Regrese de prisa detrás del biombo y comencé a vestirme a toda prisa. Corrí a buscar mis pantalones fucsia que estaban sobre la cama, junto a él una blusa blanca con vuelitos en las mangas cortas y el cuello, los botones hacían juego con el pantalón porque eran de cristales color fucsia. Mildred tenía mis zapatillas blancas, me las calce y fui a verme en el espejo. ¡Perfecta, como siempre! Me dije a mi misma y salí corriendo de la habitación. Escuche a mi madre reprendiéndome pero la ignoré y seguí escalera abajo hasta el despacho de mi padre.

Toque la puerta y desde dentro uno de los sirvientes me abrió. El despacho estaba iluminado y podía ver la figura de mi padre detrás de su escritorio concentrado en uno de sus muchos libros de cuentas. Él dejo su libro y con la mano me hizo seña para que me acercara.

-Lilly te estaba esperando- dijo él con una sonrisa. ¡Dios! ¡Podía ser tan cambiante!

-Estaba probándome el vestido para el baile- dije mientras me sentaba en una de las sillas frente a su escritorio.

-¿Cómo va eso? ¿Estás emocionada?- preguntó me pidió la mano en silencio y me beso los nudillos, era un lindo gesto, pero avecinaba discusión.

-Ah… sí.- él frunció el ceño.

-No pareces muy feliz- se recostó en su silla y se quedo mirándome.

-Sí estoy emocionada, pero… ¿no me llamaste por eso cierto?

-No- se levanto de su asiento y comenzó a caminar por la habitación- te llame porque al parecer seguimos en desacuerdo con tu elección de una carrera.- yo suspiré, sabia por donde venia el tema, otras veces ya habíamos mantenido la misma conversación, y en cada una de ella él hacía valer su opinión, lo demás no estaba en discusión.

-Si lo que quieres es hacerme cambiar de opinión, pues te ahórrate el sermón padre, no me harás cambiar de opinión.

-Lo sé, eres tan decidida como tu madre- me miró con dulzura- te propongo un trato.

-¿Qué clase de trato?- ¿Una negociación? ¿Por qué presentía que esto me saldría caro?

-Sé que aun eres muy joven, pero es un gran plan. Mi amigo el conde Schreiber tiene un hijo que desea casar con una muchacha del país, tengo muchos negocios con él y me pareció que sería de lo más conveniente que esa muchacha fueras tú- ¿YO? ¿SE HABIA VUELTO LOCO? Con diplomacia y mucho autocontrol intenté reprimir mis emociones para no explotar en ese momento. ¿Yo? ¿Casarme? ¿Y con un extraño? ¡JAMAS! Era inimaginable. Odiaba a sobremanera eso de los matrimonios arreglados, y mucho menos con alguien de quien no había oído hasta ahora.

-Padre yo…- intenté decirle que NO, no podía prestarme a eso.

-Espera, no me respondas nada todavía ¿sí? Piénsalo. Eres una joven hermosa, educada, puedes ser una gran esposa para él, y además yo mismo te costearé la carrera que deseas estudiar. – No podía creerlo, era como ser vendida al mejor postor. ¿Era acaso otra de las artimañas de mi padre para que abandonara la loca idea de estudiar veterinaria? Si esto era una broma, realmente era mala.

-Pensaré en ello- dije derrotada y triste.

-Puedes darme una respuesta después de tu baile, no hay prisas. Pero espero que tomes una decisión sensata.

Ahí está la frase, “espero que tomes una decisión sensata” traducción, “deja de ser una tonta y olvídate de tu capricho”

Sentía como si en el lugar donde debía estar mi corazón existiera en su lugar un hoyo negro, ¿Cómo era capaz mi padre de hacerme esto? ¿Acaso no le importaba mi felicidad? Por lo menos no me había mandado lejos a terminar mi secundaria. Sin embargo la idea no me consolaba.

Cabizbaja salí del despacho como un perro herido. ¿Mi madre sabría de esto? ¿Apoyaría ella su macabro plan?

Estaba totalmente confundida. Necesitaba salir. Ahora.